En la cocina

En la cocina


Un silencio de muerte en la cocina,
la pava hirvió sin agua para el mate,
un sifón se ha caído de la mesa
al golpe de tu cara sobre el plato.
Viajar era soñar con otros mundos
frondosos más allá de la tormenta,
en años de promesas y de exámenes,
de vejación y alcohol de madrugada.
El simple acto de urdirlo era una fiesta.

De repente la luz
venía a provocarte hasta la náusea
y amabas con la fe de adolescente
las pardas comadrejas del establo.
Una vez te soltaron de las riendas.
Tropezaste un paquete con pastillas
en piernas azarosas y cimbreantes,
un apretón de brazos que traicionan
por miedo, mucho miedo…
y tu cielo creyó que era la Vida.

¡Au!

Au!


Todos los días son el día de la madre.
¿Por qué entonces,
tengo que lavar los platos,
planchar las camisas con apresto,
pasarle la fregona al piso
como manda la ciega propaganda,
mientras ellas,
prostitutas,
inconscientes,
sin títulos ganados
sin decencia,
comprando sus escaños
a la innoble conjura de perversos,
con sangre entre las palmas,
serán las presidentes del futuro?

En mi fe se depositan
la Religión y Dios,
la ética, la calma.
La cura del postrado,
del viejo, del enfermo.
El porvenir vendrá y está en mis manos.
El esfuerzo de conseguir las metas
nos desvela. Nos ata.
¿Lo estás viendo?

La aridez de la sal de la sabiduría.
nos perturba e incita.
No dejes tus armas de juguete en la sala
aunque bombardeen Irak
y la pantalla del televisor se manche
con locura de ebrios bipolares.

Ordená tu cuarto.
¿Cuándo te lavarás los dientes,
hija mía,
sin que tenga que arrearte
cada noche?
Total, que perderás los dientes
poco más de cumplidos los cuarenta.
La odontología es cosa para ricos,
igual que esas narices que han comprado
en un remate de felicidades.

Todos los días son mi día, y sin embargo
mis días de tu edad están lejanos.
Amarrados al baúl de los recuerdos
los ornatos de la boda,
más distantes auguran
auge, los juegos con Alicia,
ausencias que
aumentaron el número de televidentes de una
audiencia espesa y
auspiciada.

Ausencia de lo
áureo, de lo
áulico. Y
aunque sea un estúpido lamento pido
auxilio,
auditores. Un
auxilio que
ahuyente los
augurios.

Aún soy una
augusta que aquí
aúlla.
Au au au au au …

¡Cómo duelen los años del pasado!

Todo tiempo de ayer nos entristece;
nada pudo evitar que haya tres muertos
- tres pobres policías muertos en los bares,
- tres pobres ladrones muertos en las calles,
- tres pobres prostitutas muertas en albergues,
- tres pobres madres muertas por minuto,
en un día de sol en que la prensa
nos dedicará poemas y canciones

a vos, querida hija del alma,
a vos te estoy gimoteando,
que creés que me complace
el último DVD que está de moda.

Y a usted,
aunque no lo sepa,
a usted también le hablo.

Au au au au au...
(y sigo hipando)

Enhoramala

Enhoramala


Desnudo en la cama.
Lucien Freud


Enhoramala.
Lucien Freud me ha asesinado.
Ha vuelto a hacerlo,
una vez más,
ha vuelto a hacerlo.
Su martillo ha esculpido mis caídas,
llevándome a la cama moribunda.
Mi amado
petrificó en sus brazos homicidas
el cautiverio de alas perturbadas
en sueños e indignísimos naufragios
de garzas y esqueletos.
Lucien,
tu apellido ya no puede salvarme.
Te apiades, ay de mí,
que yo soy esa.
Traspuse el paraíso
hasta su fondo,
en el espacio inmóvil
de su costado anverso
y fui perdida.
¿Dónde está lo sagrado
del instante fugaz,
fea forma de
la huidiza palabra de la muerte,
bebida en vino áspero
y lentas sedas obstinadas?
Acaso esté detrás
del biombo negro, quizás,
sea el murmullo del incesto.

La medusa

La medusa
El Amor, según Parmigiano


Como el ternero albino que una madre gestara,
aparece en escena su cuerpo mitológico:
el Amor que deslumbra cuando muestra su cara
ambigua y elocuente del sesgo cosmológico.

Y así, oblicuamente, endulza la armonía,
nos redime del mundo oscuro del fracaso.
nos devuelve la luna que se va y no se fía
de la flecha iracunda que se oculta en su abrazo.

Montado está en los libros de fiel literatura,
aparece en la hora de los cantos profanos,
el más cruel de los meses, con su genio y figura
cría cuervos y escuece detrás de los arcanos.

La peña se impacienta, enloquece, se abruma,
no entiende de razones, llamándolo Medusa.
¿Acaso existe algo más bello que la espuma
de sus sierpes nevadas de una piel sin excusas?

En su paso arrebola la hoguera con su flama
y al mirar petrifica los pechos virulentos.
Prensil de su sombrilla, con el beso proclama
que el rico es menos rico, si no vive de cuentos.

Espiando por el ojo de la cerradura

Espiando por el ojo de la cerradura

Mujer inclinada, Pierre Bonard

Te imagino desnuda entre las gentes,
oliendo a glicerina y a rocío.
El espejo del baño se ilumina
al gesto de la esponja;
y los jabones
te soban
y perfilan la pereza
de súcubo furtivo y milenario
que atisba la pigricia de un encuentro,
comercio de las carnes portentosas,
ansiada vehemencia del estuario.
Inclinada estás con piel y providencia;
lastima al desencanto tu reflejo
supersticioso
y, escondidamente,
esquivas los negrores de este mundo
desafiando la calma
sin recato.
La luz se precipita y cae la noche,
sin enmiendas ni métodos ajenos,
con maña de varona acostumbrada,
los vaporosos pechos acicalas,
las piernas suaves, los cabellos brunos,
la tersura se acopla a tus plegarias,
te tanteas,
te entregas,
te acaricias...
Mañana es otro día de rutinas
no temas, el amor está que bulle.
La belleza es motivo de indulgencia.
Prepárate al placer que se hace tarde.

















Errata: Se acopla en lugar de "se entrega".

©Lucía Folino

Un café en la tertulia de Lucía Folino

  Mensaje de la autora: Todos mis libros pueden ser leídos gratuitamente en Blogspot. Se puede obtener el pdf en Amazon. En formato papel -e...