Índice

Índice (con las páginas respectivas del libro Premio Consuelo)



5. Dedicatoria
7. La humilde condición de los pobres
9. Escribo y amo
12. Porque
16. Luca
21. Cine, Matemáticas y cartón pintado
26. Progne golondrina
31. Despedida a Ángel González
35. Narciso
37. Árboles frutales
39. El bronce y el barro
45. Consejo
48. ¡¡¡Minga!!!
51. Renacuajos (Güillegüilles)
55. La auxiliar de enfermería
58. El dardo
64. El toro de Falaris
71. Oda a la lavadora automática
74. Mujer con megáfono
78. Fedra
80. Semana izquierda
82. Friné y el paso del tiempo
84. Espiando por el ojo de la cerradura
86. La medusa
88. Enhoramala
90. ¡Au!
95. En la cocina
97. Plutón
100. Amantes
102. Teratología del poema
105. El ombligo de la tarántula
107. Koalas
110. Obra maestra
112. El croquis frutal de la aurora
114. Anáfora
116. Desnudos
120. Biografía


Desnudos

Desnudos 


¿Quién puede resistir la desnudez del Amor?
Pese a quien pese, en este orbe inapelable,
aún sigo en pie y por fortuna, todavía coleando.

Anáfora

Anáfora


Hasta que seamos sensatos.
Hasta que la gente lo entienda.
Hasta que aprendan a respetarse.
Hasta que las velas no ardan.
Hasta el día en que caigan rayos de punta.
Hasta que llegue el Mesías.
Hasta que Dios nos avise.
Hasta la noche de los tiempos.
Hasta el domingo que viene.
Hasta la vuelta.
Hasta que digas lo siento.
Hasta que cumplas tu promesa.
Hasta el año inminente.
Hasta que haya democracia legítima.
Hasta que me den el Premio Nobel.
Hasta que se termine la plata.
Hasta siempre.
Sinceramente.
Hasta la médula.
Hasta nunca.
Hasta que haya paz.

El croquis frutal de la aurora

El croquis frutal de la aurora


Por ocultar desfachateces
se hicieron cargo del exterminio y de la risa,
mientras clamaban mutis por el foro
y cerraban el pico.
Se aliaron a las grillas poderosas,
aunque vieran llover tras las ventanas.

Ahora es lo que queda:
el destello de una defensa
y la certeza de que se actúa
bajo amortiguadas convicciones
y no para pagar el costo atávico,
porque no hay que cambiar de camiseta
y saltar a tierra firme,
ni siquiera cuando el barco
se está hundiendo,
mojada su epidermis por la tormenta cadavérica.

El pueblo necesita guías,
líderes,
espíritus que los lleven a la gloria.
Volvamos a dibujar el mundo
con crayones de niño en kindergarten.

Ya ves. Me siento fuerte
cuando te tengo al lado,
rozando tu mano señorial
el croquis frutal de la aurora.

Si la propiedad no existe
me pido vivir en la mansión,
no en la choza.
Si hay un amor que existe
cabe en esta gotera.

Obra maestra

Obra maestra


El despertar de la criada, Enrique Sìvori.


No sé si habrás notado que el cuadro y la candela
están en misma línea, en áurico rectángulo
de regla y de milímetro.
No sé si habrás notado las luces y las sombras,
disposición perfecta
iluminando zonas
(la vela por izquierda, clarísimo el detalle).
Los pechos de madura mujer del antesiglo,
los pliegues de las sábanas,
el cruce de las piernas.
Sin embargo, no es eso,
No es eso, amigo mío,
que convierte en maestra
esta obra, este cuarto.
Es la voz de la tierra,
el aroma de hembra morena e imperfecta
y el rostro acongojado que la dibuja fémina.
Nos conmueve el abdomen claroscuro y difuso,
las venas remarcadas, la chinela en el piso,
el aire de paisana, el despojado ambiente
de una niña que reina en soledad y reposo,
tranquila, despeinada,
feliz en su ignorancia
sumisa y bien probable
de futura matrona anciana y desdentada.

Koalas

Koalas

Las tres Gracias, de Rafael Sanzio de Urbino.


Vestidas sin vestido,
perfumadas sin boda,
ilícitas al hombre
de los sueños prohibidos.

Fugaces como cúmulos
de blancos nacarados
que perforan la lengua y los percheros
devoran
con tules que no existen,
inocentes gacelas.

La caja de Pandora
aprieta entre sus alas un lucero.
No hay duelo
ni vapores ni brumas ¡ay!:
El día de mañana es nuestro día.

La mano que se posa en otros hombros
inflama los tizones y acoraza.
La cruz cuece las nalgas,
el pubis perspectivo,
dos ombligos fulgentes
y la sombra de escarcha.

Vanidad en los huesos
con tibios pies descalzos
de paisaje insurgente
y una duda cercana con aroma a eucalipto...
Un temor diletante
maldice sus pupilas,
estrecha sus koalas,
empequeñece el cielo,
las desata, delata
y agiganta.

El ombligo de la tarántula

El ombligo de la tarántula


Nude Sitting in an Armchair de 1926.
Henri Matisse

“En su zócalo escribiría injurias
Y el nombre de mi peor enemigo.”
Robert Desnos.

Con pómulos sudantes,
con pechos alcalinos,
la viuda del amor
esparce sus contornos al amante.
Discípula de Desnos
ante Eros,
hija astral de la tiniebla perfumada,
su cuerpo redundante
de mujer tarántula
aguarda en las estrellas su equinoccio.
(knocking on heaven’s door)
preñando luces su ombligo cimbalista
y en sus piernas maduras
los años que aún quedan por gozar
se espantan.
La picadura de la araña
del veneno melancólico
que solo evanescerse puede
al esfuerzo agitado
de una prosopopeya imaginaria,
accidentalmente,
la prejuzga, la empeña y la oriflama.

Teratología del poema

Teratología del poema
A René Magritte. “Descubierta”, 1927


Pongo esmero en buscar
la palabra ideal,
bálsamo o teofanía,
para cerrar un poema trashumante.
Intento por ahí:
“avispero”, “vesanias” o “zozobra”.
Todos queremos descubrir una:
la última palabra que nos nombre,
como encuentran los pintores
una imagen de mujer pantera.
Sabemos que morirá con el idioma,
y no obstante,
ansiamos salir victoriosos
de la batalla inútil,
e instamos vanamente su conquista.

Veces hay, en que tropezamos
con otro poeta anterior
que usó una misma palabra
como “una flecha”,
para su final apoteósico.
Sentimos entonces,
el oprobio de la ofensa,
una mutilación.

Semejante orfandad de filigranas
nos bautiza con prístino desdoro.
Le da una cachetada a la soberbia,
a ese autócrata pontífice del verso
que creímos ser
y nos regodeaba en falsas latitudes.

Pudo haberlo dicho, Jaroslav, el Sabio:
La creación es fruto comestible
que parte de semilla en arados campos,
y se vuelve semilla
que el viento
en exordios tempestuosos
desbarranca.

Un cierre repetido
es una contienda con su génesis.
Créeme, lector:
La última palabra es el poema,
y el poema requiere una teratología
de caza de brujas.

Amantes

Amantes

(el mismo amor, la misma lluvia...)

Se demoró en la orilla de su amante
al ritmo de los alerces
mecidos por el vendaval interno
de un vino dulce.
Intensamente la enfundó en su pecho.
La cubrió de un rumor sin comentarios,
acariciando el aura con sus yemas,
el cielo entre las manos.
La plegaria
inscripta en una piel,
fue su refugio,
satisfecha y saciada su vehemencia
bromeó,
juzgó a las olas,
se deshizo en diagonal al sol,
entre las sábanas;
su voz era el templete del consuelo.
Fue en el día anterior a que olvidara
el nombre de la flor de la lujuria.

Plutón

Plutón



No me importa, Plutón,
que algunos nieguen
que estás en nuestra órbita
cercano.
Ni me importa
la niebla de los tiempos,
que apenas los científicos balbucen.
Solo sé
que si hubiera muerto anoche,
seguirías flameando en el sistema
que me acoge y respiro.
Y sé, también
-a tientas mi confianza-,
que si hubiera sabiduría
entre la incertidumbre
que acorrala el despótico destino,
no serías excluido
como un paria de otra casta
a un cielo de fronteras.
Te honraron como Dios
y Rey de los Infiernos
aquellos que te echan.
Volverás, ya ves
-podría ser que de verdad volvierasen
el ínfimo universo
de posibilidades oscuras
que aún nos depara
la fatal veladura,
a girar ante el gran sol,
a convivirnos,
mientras brillan desde lejos,
los rezagos de luz
de este planeta
que habrá perdido el cuerpo
en la zozobra.

En la cocina

En la cocina


Un silencio de muerte en la cocina,
la pava hirvió sin agua para el mate,
un sifón se ha caído de la mesa
al golpe de tu cara sobre el plato.
Viajar era soñar con otros mundos
frondosos más allá de la tormenta,
en años de promesas y de exámenes,
de vejación y alcohol de madrugada.
El simple acto de urdirlo era una fiesta.

De repente la luz
venía a provocarte hasta la náusea
y amabas con la fe de adolescente
las pardas comadrejas del establo.
Una vez te soltaron de las riendas.
Tropezaste un paquete con pastillas
en piernas azarosas y cimbreantes,
un apretón de brazos que traicionan
por miedo, mucho miedo…
y tu cielo creyó que era la Vida.

¡Au!

Au!


Todos los días son el día de la madre.
¿Por qué entonces,
tengo que lavar los platos,
planchar las camisas con apresto,
pasarle la fregona al piso
como manda la ciega propaganda,
mientras ellas,
prostitutas,
inconscientes,
sin títulos ganados
sin decencia,
comprando sus escaños
a la innoble conjura de perversos,
con sangre entre las palmas,
serán las presidentes del futuro?

En mi fe se depositan
la Religión y Dios,
la ética, la calma.
La cura del postrado,
del viejo, del enfermo.
El porvenir vendrá y está en mis manos.
El esfuerzo de conseguir las metas
nos desvela. Nos ata.
¿Lo estás viendo?

La aridez de la sal de la sabiduría.
nos perturba e incita.
No dejes tus armas de juguete en la sala
aunque bombardeen Irak
y la pantalla del televisor se manche
con locura de ebrios bipolares.

Ordená tu cuarto.
¿Cuándo te lavarás los dientes,
hija mía,
sin que tenga que arrearte
cada noche?
Total, que perderás los dientes
poco más de cumplidos los cuarenta.
La odontología es cosa para ricos,
igual que esas narices que han comprado
en un remate de felicidades.

Todos los días son mi día, y sin embargo
mis días de tu edad están lejanos.
Amarrados al baúl de los recuerdos
los ornatos de la boda,
más distantes auguran
auge, los juegos con Alicia,
ausencias que
aumentaron el número de televidentes de una
audiencia espesa y
auspiciada.

Ausencia de lo
áureo, de lo
áulico. Y
aunque sea un estúpido lamento pido
auxilio,
auditores. Un
auxilio que
ahuyente los
augurios.

Aún soy una
augusta que aquí
aúlla.
Au au au au au …

¡Cómo duelen los años del pasado!

Todo tiempo de ayer nos entristece;
nada pudo evitar que haya tres muertos
- tres pobres policías muertos en los bares,
- tres pobres ladrones muertos en las calles,
- tres pobres prostitutas muertas en albergues,
- tres pobres madres muertas por minuto,
en un día de sol en que la prensa
nos dedicará poemas y canciones

a vos, querida hija del alma,
a vos te estoy gimoteando,
que creés que me complace
el último DVD que está de moda.

Y a usted,
aunque no lo sepa,
a usted también le hablo.

Au au au au au...
(y sigo hipando)

Enhoramala

Enhoramala


Desnudo en la cama.
Lucien Freud


Enhoramala.
Lucien Freud me ha asesinado.
Ha vuelto a hacerlo,
una vez más,
ha vuelto a hacerlo.
Su martillo ha esculpido mis caídas,
llevándome a la cama moribunda.
Mi amado
petrificó en sus brazos homicidas
el cautiverio de alas perturbadas
en sueños e indignísimos naufragios
de garzas y esqueletos.
Lucien,
tu apellido ya no puede salvarme.
Te apiades, ay de mí,
que yo soy esa.
Traspuse el paraíso
hasta su fondo,
en el espacio inmóvil
de su costado anverso
y fui perdida.
¿Dónde está lo sagrado
del instante fugaz,
fea forma de
la huidiza palabra de la muerte,
bebida en vino áspero
y lentas sedas obstinadas?
Acaso esté detrás
del biombo negro, quizás,
sea el murmullo del incesto.

La medusa

La medusa
El Amor, según Parmigiano


Como el ternero albino que una madre gestara,
aparece en escena su cuerpo mitológico:
el Amor que deslumbra cuando muestra su cara
ambigua y elocuente del sesgo cosmológico.

Y así, oblicuamente, endulza la armonía,
nos redime del mundo oscuro del fracaso.
nos devuelve la luna que se va y no se fía
de la flecha iracunda que se oculta en su abrazo.

Montado está en los libros de fiel literatura,
aparece en la hora de los cantos profanos,
el más cruel de los meses, con su genio y figura
cría cuervos y escuece detrás de los arcanos.

La peña se impacienta, enloquece, se abruma,
no entiende de razones, llamándolo Medusa.
¿Acaso existe algo más bello que la espuma
de sus sierpes nevadas de una piel sin excusas?

En su paso arrebola la hoguera con su flama
y al mirar petrifica los pechos virulentos.
Prensil de su sombrilla, con el beso proclama
que el rico es menos rico, si no vive de cuentos.

Espiando por el ojo de la cerradura

Espiando por el ojo de la cerradura

Mujer inclinada, Pierre Bonard

Te imagino desnuda entre las gentes,
oliendo a glicerina y a rocío.
El espejo del baño se ilumina
al gesto de la esponja;
y los jabones
te soban
y perfilan la pereza
de súcubo furtivo y milenario
que atisba la pigricia de un encuentro,
comercio de las carnes portentosas,
ansiada vehemencia del estuario.
Inclinada estás con piel y providencia;
lastima al desencanto tu reflejo
supersticioso
y, escondidamente,
esquivas los negrores de este mundo
desafiando la calma
sin recato.
La luz se precipita y cae la noche,
sin enmiendas ni métodos ajenos,
con maña de varona acostumbrada,
los vaporosos pechos acicalas,
las piernas suaves, los cabellos brunos,
la tersura se acopla a tus plegarias,
te tanteas,
te entregas,
te acaricias...
Mañana es otro día de rutinas
no temas, el amor está que bulle.
La belleza es motivo de indulgencia.
Prepárate al placer que se hace tarde.

















Errata: Se acopla en lugar de "se entrega".

Friné

Friné y el paso del tiempo


¿Quién sabría que el futuro era un embozo
de avatares, axiomas y conflictos?,
¿en qué hora del invierno nos devora
por medio de su turba inexcusable?
Nunca es útil cargar por las espaldas
el cielo que bifurca nuestro espectro.

La vida es una dádiva que enciende
sin chistar la ilusión de una presencia
migratoria, ascética, ermitaña,
y el cangrejo sensual llevando en brazos
a Dionisio con su vid y con su yedra
enamora a Friné, que lo conmueve
en su virtud de hetaira complaciente,
prejuzgada por dioses y acusada.

La Eros Afrodita fue absuelta por castigo
a la hermosura.
Detrás de su mirada iba la vieja
estirpe de las carnes truculentas.
Morir, no envejecer, es el mensaje
que venden como insigne sacramento
los óleos de una Iglesia devastada
en el mármol de siglos zaheridos.

No hará falta esperar hasta mañana:
detrás del abanico está la herrumbre.

Semana izquierda

Semana izquierda


Amaneció con sueño mi timón izquierdo.

Tendrán que esperarme
siete días
los profanos vestidos,
los íntimos perfumes,
el catálogo de la agencia de viajes.

Esta semana será
palazo y derrotero por los sindicatos,
escombros, sable y bayoneta.
Sonarse la nariz sin quitarse los mocos.

La vida es esa ambivalencia
donde icono y elemento se confunden
y se expulsan.

Menos mal,
que la llevamos puesta
y bien entrenada.

Fedra

Fedra
Ho ogni furia d´amore-
Racine.
Sola ante mí misma.
Impropiamente desnuda,
seca y astillada en piel,
desalbergada
en trazos del tiempo fenecido,
microscópica,
almacenada
en la infausta turbulencia de los años,
segmentada dentro de un orden,
exangüe y fragmentaria en la arrogancia,
subrogada en tiranías umbrosas,
cursi hipopótamo anónimo,
escéptica,
resumen crucial
de novelista deplorable
y trituradora de asquerosidades mundanas,
escalpelo del bosquejo,
hilacha de perezas y furores,
padeciente de injurias denostadas,
con mi santo y seña a cuestas,
centinela imperdonable,
remolona que se condena
en enredaderas liliputienses,
incognoscible, suicida,
bravía a tumbos,
edificio en ruinas con visillos de mal gusto,
doblegado sauce llorón,
quebradiza, demudada,
heme aquí, como Fedra,
sola.

Mujer con megàfono

Mujer con megáfono

“...quisiéramos saber qué piensa
esa chica inmóvil trepada a un ceibo.
¿Estará arboreciendo?
Silvina Ocampo.


Gran Tiranosaurius Rex.
Últimos días de marzo del 2006.

No sé si debiera contarlo.
En la tarde, casi noche,
ella, la mujer funambulesca
inaugura este cuento
huérfano de fobias y de cólera
y se pronuncia:
El teatro abovedado acaba de morir.
De la víscera galopera de una mujer furtiva
nace un dragón ontológico,
se transforma en culebra purulenta,
envuelve aquel cuello, tres veces,
y escupe filamentos de plasma y fuego.
Ruptura definitiva de arte y pavimento
en la costra untuosa de la Avenida Corrientes.
Las columnas tiemblan por el estrépito.
Se agitan las hormigas de la acera.
Las apócrifas estrellas del cielo del Ópera
escapan
y cruzan la calle
en busca de malos agüeros,
martillando con penachos
la incipiente madrugada.
Los policías uniformados,
vestidos como crueles civiles,
reprimen y golpean con violenta ferocidad.
Tras las horas,
muellemente,
la voz de la mujer se aquieta.
El castor flota en el aire.
La víbora desanudándose se repliega
y vuelve a acurrucarse
en la región abdominal.
El teatro ha perecido.
Derrotada cae su legendaria máscara.
Los ciempiés de la noche lo velan en silencio.
Ministros y funcionarios negarán los sucesos.
Desde hoy,
queda prohibido,
en cualquier rincón de la patria,
hablar de señoras con altoparlantes,
de trombas,
de escenas partidas en dos,
de caballos desbocados,
de aciagos lanzallamas en teatros muertos.
Y niegan, y reniegan con necedad.
Insisten en negar que se oye,
desde lejos,
—aunque se los oiga hocicando—
que la serpiente dejó un nido de huevos
en cada foco de luz
y crecerán nuevos pichones
que espolearán viejos venablos,
porque la mujer se transformó
en tronco de árbol
y de sus insignificantes ramas
cuelgan
parapetados megáfonos vesánicos.

Oda a la lavadora automática

Oda a la lavadora automática

Oh, diosa del Olimpo de la Casa.
Noble chicharra.
Gladiadora incombustible.
La Brigada de Mujeres Impacientes
te saluda
y da las gracias,
con voz trémula y vergüenza
por tu Linterna mágica.
No sea cosa,
que el lírico poeta
emblemático y brillante
diga ominosa
esta oda de amor y reverencia.
Centinela en metal,
libertaria de zíngaras
en la siesta.
Si es lícito compararte
al fiel cordero,
al marido amante,
te comparo
y que engulla el mezquino piletón
sus miserias,
su eco de pavor.
La libre expresión de las paganas,
femínidos grumetes manifiestos,
sea el Numen
que el servicio que prestas
nos regala
a la grotesca inercia de gaviotas,
de avatares cotidianos
y oropeles.
Te redimo y corono,
humilde bienhechora,
dispuesta a acompañarnos
en el tramo bizarro de las vidas,
que cóncavas en tu tambor
se exhalan.

El toro de Falaris

El toro de Falaris
A Soren Kierkegaard



Cuando, por fin te conocí,
(yo ya te amaba)...
el reloj de arena
denegó marcar el viento del desierto;
los dictadores
dejaron de importar
en nuestras vidas veladas
por malas películas;
las castañuelas sonaron
por primera vez
como era menester;
los fuegos de artificio
dibujaron figuras en el cielo,
en rituales que gastan
cualquier pandereta
y cualquier abanico
de flamantes carnavales.
Oda imprescindible,
un señor con bastón
y sombrero,
tierno hijo de Satán,
indefectible,
aparecía entre roscas,
manipulaciones
y versos de luna llena.
El precinto de sus obstinados tiradores,
amantes del merengue y las Lolitas
por gitano a desgano,
roía la corbata y los calcetines.
Sobre todo,
era un esposo fugaz de peluqueras,
fornicador extravagante de albañiles,
codiciando becarias
como un lobo astuto
que desea las verdes uvas
de bodegas costeras
y se toma el vino
de la boda
sin pagar el precio del vaso.
Envidiado por los hombres,
arrobado por sus dioses
“que no existen”,
escribió Nerón en su diario,
fabulador veterano de
corsarios frustrados
como abogados perdidos
en selvas de Salgari.
Patrón de la malicia.
Colchonero de albricias.
Nosotros fuimos sus testigos,
¿A dónde se dirigen
sus medias caídas
demoradas por el tiempo?
Las adolescentes corrían a sus brazos,
y él que sí
que sí,
que se deja querer
dando súplicas
para impedir ser atrapado en su sueño
de varón y libre
y joven perro viejo
arcabuz noctámbulo,
escéptico de amores sempiternos.
Estudiante perpetuo
de enredaderas, casinos
y masonerías.
Peregrino y trovador.
Padre y madre de sus hijos,
viudo de sus exmujeres,
novio ausente,
fabricante de maniquíes,
maniqueo obvio
de payasos
con talón de Aquiles.
Aroma la ciudad su Manzana
de las Luces.
Frescura marítima
de pescador de red.
Fragante y dulce sabana,
huelen a tinta impenetrable
sus codos y rodillas.
Se acuestan con los mares
océanos y ríos,
sus costillas torcidas,
sus banderas redondas.
La pequeña espalda
luce fuerte como pocas,
¡Si Sansón es tan frágil a su lado!
Debajo de su lengua
un caramelo inmoto
taladra cada músculo virginal.
Y pierde el pelo
pero no las mañas.
Encuentra duelos
en corridas misteriosas
del toro de Falaris
en Las Rosas del poeta.
Nunca me ha confesado su amor,
su desconsuelo;
jamás un gesto,
siempre una coartada
de seductor
bifurca el sino de la gloria.
Las llaves de la puerta de su casa
quedaron atascadas
en los bares de la esquina,
en copas de cristal,
manchadas de humedad,
diacrónicas en la melancolía
del alcohol de quemar,
como hogueras perdidas.
Ciertamente estará en el coro
cantando un hallelujah.
Hallelujah

El dardo

El dardo


Cuando una halla la religiosidad,
lo infinito,
la fe en el amor,
enseguida se anotan las Iglesias
para hacer su agosto,
los fatídicos gurúes,
los profetas de tarifas inescrupulosas.
Después, esa gente
te vende un seguro,
por si quiebra tu compañía de seguros
y te planta sus séquitos dorados.

Como estos viles
tampoco tienen pensado abdicar
por el momento,
tendremos que seguir manteniendo
patronatos y templos,
imperios y reinados
de cultores de la miseria.
Entonces, quiero pegarle
a una rica heredera desconocida,
que va por las calles,
mostrando cruces de plata,
ufana de sus limosnas.

Detesto a los poetas profanos
que estiman la belleza
como si fuera un mérito
o un atributo de Dios.

No es que desprecie
su presunta elegancia
de conducta intachable
o su refinada parsimonia.

No es que señoras como esas
sean malas o tontas.
¿Por qué iban a serlo?
Les tocó andar por la vereda del sol.

Hablan idiomas,
lucen brillantes las melenas
tratadas con buenos productos
desde sus nacimientos en cuna de oro.

Para ellas, el otro, los otros,
son apenas rodamientos útiles,
conejillos de indias de evolución transitoria,
mano de obra barata, confinados clientes,
público manso que las aplaude sin cesar.

Lo que me ocurre
es que nunca se cuestionan
la desigualdad.
Sus cenas de gala para tristes caridades
alimentarían ejércitos.

No hay extrañamiento
en su rostros estigmatizados
por la prejuiciosa civilización.
Ellas sostienen el sistema.
No se incomodan ni exasperan
porque no hay necesidad.
Son especies diferentes de nosotras.

Se proclaman nobles Venus,
hetairas superiores.
Escapan espantadas
si se las encara de frente,
aúllan de dolor
si se las denuncia por escuálidas cretinas.

No entienden
y sollozan injuriadas
llamándonos: resentidas,
mientras sus caballeros
las consuelan
con vanagloria de sultán
y tesoros conseguidos
por apropiación viril.

No le es dado comprender
que cada cual
defiende lo suyo;
y nuestra supervivencia
depende de este grito ahogado
que lanzamos como un dardo
por no descuartizarlas.

La auxiliar de enfermería

La auxiliar de enfermería



“Si lo dejáramos todo en paz y renunciáramos a
arreglarlo, ¿qué podría suceder? ¡Nada!
Sencillamente nada.” Fedor Dostoievski - El doble.

“Yo soy un haragán de formación católica” Juan José
Millás. Contables y poetas.



Enjuta y pedernal, hasta medrosa,
camina por la pieza y los pasillos,
solícita se lleva alguna chata
que no le corresponde
(la compañera estaba de licencia).
Hay un silencio antártico en la sala,
lo ve y se persigna; sigue el viaje.
El suero se le acaba a cama cinco.
No llegará el doctor hasta mañana.
¿Dónde están los pañales de repuesto?
El paciente ha vuelto a hacerse encima.
Le pide a la familia retirarse,
evita que se sienta
el olor a la caca del enfermo;
y después de lavarlo
lo consuela.
Un médico de abortos clandestinos
que fue de vacaciones al Caribe,
ayer quiso acometerla.
Es joven, es bonita, tiene sueños,
un mapa de progreso la perturba
y amojona inyecciones como estacas,
tratando de encontrar imbricaciones,
remoliendo las briznas en morteros
con pereza o hastío;
nomenclaturas de predestinados cadáveres
y pestes en fórmulas ignotas
despejan la carretera.
En propinas, los fardos de monedas
no alcanzan a entramar
sus títulos jerárquicos.
Detener la hemorragia es el anverso,
la premura es lavar vómitos cáusticos,
mitigar los insomnios con cuidado.
La auxiliar trapichea con el asco,
despatarra los miedos a la muerte,
bambolea la vida que contiene,
sin glamour, con sus modos,
sencillamente,
inocua por contraste.
La auxiliar es mejor que una poesía.
Es la obra del arte del alivio.

Renacuajos -güillegüilles

Renacuajos
-güillegüilles-


Triste sino de pena capital;
decadencia del hastío.
A la deriva, sus salarios apisonados
degüellan las ajenas aguamieles.

Renacuajos

El pavo real es una sombra
que vigila al caminante
y no está solo en su híbrida vergüenza.
Son cientos, son miles de bandidos.

La Uno y la Dos, la Federal y la Privada:
¡alinearse!
CIA, KGB, SCOTLAND YARD, FBI:
¡engreírse!
Los milicos, la pesquisa, el Mossad y los buchones,
la SIDE, los burgueses catatónicos
juramentados
y el garfio de los criminales
que aspiran a ser libres como hombres.

La legión de los que venden su alma al diablo
no tiene límites.
Se acostumbran tan pronto al rango del soplón,
que hasta las prostitutas
son más honrosas
que sus trajes de grises y obscenas cucarachas.

Los espías mienten, bifurcan,
abochornan y confunden.
¿Ignoran que trabajan para pocos?
(Son doce los Caballeros de la Mesa Redonda
que adiestran las leyes de la Muerte)

Hay una zona oculta y prohibida
de la que no conviene hablar.
Mas, no hablar no es callarse
sino todo lo contrario
que es lo mismo que decirlo bien alto
señalando a los enanos
del grifo apolillado
por la delación sin escrúpulos,
con sus perros teléfonos móviles,
sus fotocopias,
sus ratones y teclados asiduos
de jeroglíficos marciales.

Por el lado que busquemos,
hallarás el fraude,
la ignominia,
la denuncia falaz,
el desencanto de sus cobardías enmascaradas.

¡Qué impaciencia
por verlos reptar en el fracaso!

Se presiente la liturgia del instante,
en el que otro guardia,
otro espía más hambriento y feroz,
o simplemente más joven,
les dará en el culo la patada,
por miedo al avispero.

¡¡¡Minga!!!

¡¡¡ MINGA !!!


Te prometen el moro
el oro, ya sabemos,
es de ellos.
Te muestran la Quimera
y te quitan el caballo alado.

Cada día
los muchachos de la Hacienda
dibujan los pizarrones
de números innumerables,
con números numerosos
de numerabilidad.

Y vos los estás viendo,
mientras tus músculos se pudren
con el mal hábito de los trabajos manuales.

No, no estaba en los manuales:
¿cómo vencer la escoria enredada
de esos apellidos con nombre de calle?,

o tal vez,
contrariamente,
con calles de patricios y morenos,
puro apellido, que les sobra,

y no te dejan pasar por la puerta de entrada
no sea cosa que
el hogar se acostumbre
al tufo de los pobres.

Te prometen la libertad
y te venden cápsulas de colores
para ser libre:

Libre y sano.
Libre y bello.
Libre y esclavo.

Te prometen la vida.
¿Y qué te dan?
¡¡¡Minga!!!

Te dan la primera muerte de tu existencia
en el hormiguero que emerge
del lodo de la Historia.

Consejo

Consejo


Déjense de andar por los pasillos oficiales
pidiendo la limosna de una beca,
un palco donde actuar, un premio, un auditorio.
Es incomprensible
que se llamen artistas los mediocres.
Ni intuición primigenia
ni Dionisio los riega,
son nenes de papá
jugando en la comedia a ser famosos,
a venderse en Europa, descarriados,
dispuestos a codearse con los reyes,
en turbios escenarios donde suenen trompetas.
Nadie puede responder qué es el arte:
si el hedor de las mieses o la misión
cumplida,
si un escudo del miedo,
si epíteto del hombre
que desgarra imprudente mansedumbre o leyendas.
Nadie puede decir qué es,
y sin embargo,
se disfraza con máscaras añejas
atadas al carro triunfal de los creyentes,
convulso
como una novia virginal en tinieblas.
¿De qué cielos vendrá, de qué planeta,
la palabra radiante,
el plasma demudado en la tela desierta?
La potencia del viento
ululante confunde
y en cenizas expande
la secreta ironía de notas musicales.
Nos embeben los tiempos
en larga cortesía,
y el aspirante regresa
cada vez con fe nueva,
se acomoda el zapato,
se persigna ante el monstruo,
aborta su talento y con vergüenza
agacha la tristeza.

El bronce y el barro

El bronce y el barro


Me excita tu sudor de media tarde
y las uñas mugrosas del trabajo,
tu estructura
apolínea en los tablones
para subirte a techos y escaleras
y verte, amor,
trepar por las cornisas.
Me estremece la piel
tu mansedumbre de aceptar
tamañas cosas evitables
y no darle un trompazo al empresario
que firma tu despido
con desprecio,
por razones que nunca te involucran.
En el fondo, te asiste una certeza:
que él era
un pobre hombre descartable;
que podrás, en rigor, recuperarte
de otra ingrata caída del torreón
y volver a trabajar
por tu familia,
por vos,
porque es la vida,
y no hay tutía,
y aunque nadie te pida que lo hagas,
como si fueses juez, parte y testigo
y el amor se tratase de encomiendas
de soles
que no alumbran a los huérfanos.

Me gusta porque sos un caballero
que no sabe leer en mis poemas
ni le encuentra sentido
a las gestiones esparcidas,
con arte y con esmero,
en la página abierta de tu boca.
Me atrae que me devuelvas a este sitio
de cena en la cocina y sobremesa,
de ávidas miradas lujuriosas,
que no pierden el tiempo en la escritura
y se posan lascivas en los cuerpos.
Y cuando penetras en mí,
y se esfuma al calor
un cielo abstracto
con nombres de pintores,
de poetas,
y músicos de un clan que se ha extinguido,
te amo y vuelvo a amarte,
aún... todavía.

El Arzobispo pedirá que no pequemos
Y no le haremos caso,
nos escaparemos
a fornicar entre los plátanos
de un barrio que esté aislado de los centros,
con aroma a laurel y a mandarinas.
Sin perjuicio de lo dicho,
mi querido,
permite que te cuente
que entre las dos creaciones,
hijas del Sublime,
la tuya es la vital,
la verdadera,
la que deja azur rastro en las estirpes.
¿La mía?
La mía viaja en una calavera
sin dientes,
por mucho que se implanten
en clínicas lujosas del suburbio,
y tenga la piel suave por las cremas
y el brillo del champú
entre los cabellos.

Y adoro, que después del coito intrépido
me expliques los detalles del estúpido
programa de ficciones
que viste por la noche,
cierto martes,
e imagino que Homero
se retuerce en su cripta
con épicas metáforas;
y te contente tan trivial escena
después de construir tus catedrales.
Y cuando no estás cerca
el mundo se derrite
y te echo de menos en las bibliotecas.

Necesito tenerte y ser tu enclave,
tu dueña y tu operaria,
tu puta, tu mujer, tu enterradora.
Necesito empacharme de caricias
que la frialdad del bronce escamotea.

Árboles frutales

Árboles frutales
No todas las tierras pueden producir todas las
plantas.
Libro II de Geórgicas, Virgilio.
No esperes que te nombre en mis poemas
como si fueras
una seriación de árboles frutales:

Acerolo, naranjo, albaricoque,
algarroba, higo chumbo, mandarina,
kiwi, avellano, melón, alcaparra,
tamarindo, limonero, uva espina,

chirimoya, ciruela, carambola,
almendro, níspero, nuez de la China,
cacao, castaño, mango, zarzamora.
rambután, pomarrosa, nectarina.

paraguayo, peral de Oriente, plátano,
melocotón, aguacate, grosella,
chicozapote, níspola, guayabo,

dátil, endrina, manzanero, coco,
piñón, tomate arbóreo del Perú,
membrillo, pomelo, mora, pistacho…

En fin, abandona la esperanza,
siempre serás tú
escondido entre las hojas.

No esperes porque nunca he de aludirte
aunque como estás viendo, haga excepciones.

Narciso

Narciso


A Bob Dylan, con devoción profética.

Pobre de ti, Narciso endemoniado,
víctima de arrumacos y de fobia;
pobre de ti, payaso inveterado,
monaguillo de fiel misa sin novia.


Robaste a San Antonio su costado,
hincaste el diente en viaje por la noria,
volviste a mancillar el nombre amado
rebasado entre escrúpulos y euforia.

Llevas en las solapas incrustada
la flor de la camelia de tu vida,
la marca en el orillo desgastada,

señuelo en la chaqueta apolillada
y un hedor fracasado en la partida
que embriaga a aquel que nunca ganó nada.

Despedida a Ángel González

Despedida a Ángel González
Publicado en el blog de Juan Cruz de El País, el día de
su fallecimiento.



Ni un santurrón comunista
ni un hidalgo acaudalado,
Ángel González

se escapó por las aristas
del odre con vino agriado
por sus males.

Ni bíblico ni profano,
paisano del boticario
del demonio,

lo han bautizado mi hermano,
los que cuentan el rosario
de Suetonio.

Tremolado, delgadillo
vecino de los ortópteros
falangistas.

Su fantasma de caudillo,
volaba en los helicópteros
anarquistas.

Verlo trocar los peones
con la vieja cerbatana
en un suspiro,

con sus ilustres canciones,
cien poemas, filigranas
del retiro,

nos pone serios y tristes
ante esta broma macabra
del invierno.

Válganos este despiste,
-palabra sobre palabra-,
posmoderno.

Deixis, Prosemas, Lecciones,
su Tratado de Urbanismo,
Áspero mundo.

La muerte con sus traiciones,
nunca oculta su eufemismo
en el Profundo.

Decimos adiós a un ángel,
a un poeta, a un amador,
a un ratoncito de islas,

a un terco conquistador,
Te decimos Adiós Ángel
a todo amor.

Progne golondrina

Progne golondrina
- ¿Y por qué no te callas?
- ¿Y por qué no te callas tú?
¡Viva la República!



Una mañana te levantas y compruebas
que el techo es un prostíbulo sin fama
con palabras que nunca serán dichas,
con versos que jamás llegan a nada.
Comprobarás que el ogro en los pasillos
inmutable eremita allí te aguarda,
rebusca en el espejo las arrugas,
un cráneo deformado, una guitarra
maciza, corpulenta o enjutada.
Descubres el porqué de las masacres
ante el necio silencio de las tribus
que firman sus convenios con miradas.
Descubres y contrastas viceversa,
que el lingote alimenta sus vituallas,
que el pan que le procura el asesino
al torpe espectador estupefacto
está rancio y se huele con adverbios.
Aunque mientras...
la Progne golondrina,
-limpidez, reverbero, dulcedumbre,
(les mentís porque el mundo a vos te miente)-
más grazna el abejorro y no da abasto.
Rotación de los signos con que Octavio
sin Paz, -porque la paz nos fue violada-,
invertía en banderas los disturbios
de embelecos que quieren ser poesía:
la realidad no ha de ser enmascarada.
¿Y por qué un comensal acartonado
me pide que me calle en una cumbre
de hierro, donde solo él y yo estamos
entre fuegos cruzados celestiales;
en luz y sombra de una ruina nada
me infringe humillación bajo urundeles;
me frena con sus credos miserables
de socios que deciden los destinos,
caudillescos, furientes y ejemplares?
Más se da perdonando a quien te ofende,
en lugar de atracar su siesta enferma
con bombas y misiles de mazorca.
Erinas, las tres Furias desafiantes,
de cuando en cuando ganan sus medallas
de latón y apostrofan al tirano,
porque sí, porque Dios sabe qué hace.
Irrecusables muertos nos preceden,
una mañana cuando al levantarte
compruebas con tus pruebas
que la intuición estaba de tu parte.
Te acusarán de vergonzantes rimas
o de híbrido motejo mezcalino;
te dirán que no sirves, que no puedes
(no podés olvidarte de tu casta aborigen);
el barniz de sus ropas los avala,
tienen un cheque en blanco en el imperio,
su opinión es la doxa inmaculada.
¿Lucidez?
¿Quién necesita de estrofas proféticas
si han suscripto que el oro es la esperanza?
No hay condición que no profiera el bardo,
digno jornal, salario del recreo,
y una mañana, al fin, como decía
se devela la noche de los tiempos,
a sabiendas, cinérea y escarpada.
Tu júbilo es la lanza que los roe,
la lengua de punzantes mariposas
que gobiernan su oscuridad ingrata
y en lugar de luchar contra tu clase
-que pobre contra pobre es nuestro sino,
el presagio que auguran los que mandan-,
les dedicas un guiño, una sonrisa
y a la guerra que envíen a sus damas.
Será que somos brujas italianas
o indios mal nacidos, rencorosos,
y no obstante...
el poder se envenena, se entumece y nos paga.

Cine, Matemáticas y cartón pintado

Cine, Matemáticas y cartón pintado


Los personajes estelares,
los secundarios,
los protagonistas con aliento a menta fresca
y el director de la película
curado de espanto.
La luz del acomodador bien enfocada,
el vestuario suntuoso,
una escenografía erótica de cartón pintado.
¿Cómo siguió la vida del tipo ese,
amigo de los amigos
a quien le dio el ataque de epilepsia en Barcelona?
(La memoria es infiel con el celuloide).
Es fácil estudiar los teoremas con hipótesis,
toda curva elíptica no es sino una forma modular
enmascarada;
tesis y demostración,
síntesis y antítesis
opuestas por el vértice
pierden su originalidad
cuando las explica el profesor de matemáticas
y el resultado es pan comido.
Conjeturas,
¿ecuaciones modulares y elípticas?
pero la vida no sigue el guion
aunque el productor se irrite
o enfatice la pesquisa
y la tardanza cueste una abrumadora fortuna
de dudoso origen,
y la repetida cara de un actor
estrella
firme más cheques que autógrafos
en la alfombra roja.
De chica tenía la manía de adelantarme
a responder a los enunciados
de Arquímedes y Tales de Mileto,
-tales eran mis extrañas aficiones-,
antes de escuchar las explicaciones oficiales
de la cátedra,
y me atormentaba la imposibilidad de Fermat
-que se hizo milagrosamente posible,
mal que les pese a muchos-:
Lo único posible es lo imposible.
Mejor, todavía,
fue detectar con antelación
quien era el asesino
en los cuentos de Doyle,
engarzando especulaciones y aventuras.
En el cine
me aburría mucho en la silla
que presentía mi inexistente
temor a la oscuridad.
Somos muchos los que estamos locos por el arte
y no nos resignamos a olvidar
el álbum de figuritas.
Bueh... también hay personas
que nunca en su vida apreciaron
la belleza de la geometría,
de los números imaginarios con verdades irresolutas,
ni del más elemental de los modos de factoreo.
Encienden una linterna
y se dejan llevar por manifiestos
árabes o las tropelías
de la China comunista
revolcándose ante una pantalla ajena
y sanseacabó.

Luca

Luca
“Yo no quiero guita. Yo quiero a mis amigos y a la
gente”
Luca Prodan.


Un ciego guiando a otro ciego.
Carlos Polimeni.



Y salpicá sangre caliente.
Eyaculá sobre los rostros.
Tocálos.
Que pueda olerse tu vómito en la acera,
estremecerse la mirada luctuosa
del francotirador descamisado.
Sé el mejor ajedrecista de palabras.
Contá tu hagiografía
montado en un plumero.
La libertad está en tu mente:
cortapisa, hato, martillo;
la libertad no es mentira,
zigzaguea acribillada,
sobrevive vapuleada.
Descorré el velo del miedo.
Adulterá los vinos malos.
Socorréme. Descarnáme
con letra impresa o contando
lo que supe y he olvidado.
Escribí como si fueras
monstruo, adonis o murciélago.
Los murciélagos son ciegos
con radar en la penumbra
(como Milton, como Borges),
que tienen sectas y aguantan
otro Informe para ciegos.
¿La vida? La vida pasa;
escrita o hablada pasa.
En cien años será historia
antigua o contemporánea.
En mil años, teogonía;
pero hay que escribir con ganas
como si hubiera marcianos
espiando en sobremesa
después de cenar cadáveres.
Vas a escribir lo que quede
para nadie o para nunca.
No se escribe para uno,
porque hace bien.
Se lo hace porque atraganta
el dolor abisal de la partida.
No te vayas sin obra en tus espaldas
para el que pueda leerla,
el que abra sus alas vírgenes,
si es que hay Tiempo,
y hay papeles y libros
o bolígrafos o máquinas
que aunque tengan mil cerebros en un chip
son cajas bobas,
almas en pena en un gris pasadizo.
Sé lúcido
por placer, por deber y por destino.
No te disfraces de ebrio,
-es mejor estar dormido, drogado o muerto-.
El dinero está sobado.
Manoseada mercadería rancia.
No busques su mediocridad.
El prestigio, sí, eso buscálo.
Afilá las pezuñas, te lo ruego.
Perseguílo por las buhardillas,
hasta en el barro, debajo de las piedras.
Rascálo.
Donde hay genio no hay talento.
Si no tienen talento, ¡arre! la injuria
para aquellos que lo compren.
No pidas un consejo de escritura.
No podremos dártelo.
Nos excede.
Cualquier declaración es cuenta nula.
Solo puedo brindarte mi experiencia:
La próxima vez, mordélos.
Mordélos, Lu, mordélos.

Porque

Porque

"Il peggio è già passato."
Eugenio Montale.


Porque
creía que la Poesía
había sido escrita por otros,
antes y mejor.
Porque
no confiaba en mis instintos
ni en mis premoniciones.
Por la futileza
o quizás,
por la necesidad majadera
de tener una casa abarrotada
por un puñado de vicios
o un trabajo estable y exitoso,
no escribí, en su tiempo,
una oración al alba.
Me acurrucaba en mi sábana
irónica y esplendente.
Diezmado mi cerebro
en las vaguedades del mediodía
solo atinaba a huir de la Creación
y a despreciarla.
Pero,
una vez me miré en un espejo
y descubrí
-lo que todos sabíanque
la ausencia de juventud
era irreversible a los años
y venía a instalarse en mi rostro,
fatigada.

Porque
yámbicos o endecasílabos
relucen más intensamente
en la libertad austral
de una pluma tecnológica.
Porque
uno puede enamorarse
dos, tres veces en la vida,
sin novedad en el frente,
y seguir esperando la bengala
que estalle dentro del cuerpo,
y con las crenchas sueltas brame ante
los mitos de placeres de la vida,
y tener el raro privilegio
de encontrar la advocación
de avistarnos como nacientes existencias.
Porque
la fe de l´altra morte
nos deja en el umbral de la vereda
sin piedad ni vademécum
y nuestra voz nos sirve como símbolo
de haber habitado este planeta
para amarlo y dejar obra.
Por todo eso.
Por decir algo.

Escribo y amo

Escribo y amo


Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris.
Nescio, sed fieri sentio et excrucior.
Cátulo



¿Amo porque escribo
o escribo porque amo?
A veces, amo
pero no escribo
y otras veces,
escribo
pero no amo,
aunque siempre
escribo para amar,
escribo para ser amada.
Amo para ser escritura
del desaire del desamor,
10
que se contagia
escribidor/escribiente
con faltas escribido
cuando se ama
aunque no se escriba.
Porque escribir hasta amar
es menos posible
y amar hasta escribir
mucho más tolerable
y menos escritorio.
Más fiable.
Amar no es escribir.
Un trivium que nunca
lo será
cuando empezamos a desamar
aquello que hemos escrito,
a destruirlo,
a dejarlo fluir
en tósigo de dudas.
A alguno este poema
le parecerá un vulgar
juego,
fuego de palabras
y eso,
lector en la vigilia,
ardiente impertinencia de las letras,
escucha del silencio,
es porque no quisiste amar(me),
o bien, no supiste escribir,
o ambas asimetrías a la vez,
es decir,
ninguna.
¡Qué más nos da!

La humilde condición de los humildes

La humilde condición de los humildes


Ser humilde no es callar
lo que uno vale o cree que vale.
Ser humilde es saber que no pertenecemos a la elite
que decide quien ha de valer
más que nosotros,
hasta que el mismo ser se convenza
de su impotente idoneidad creadora.
Abomino de las derechas monárquicas
y de dictaduras tiránicas
con ficción de campeones de la democracia.
Todos seremos El oro de los Tigres;
la rebelión de los humildes de Latinoamérica
está a la vuelta de la esquina.
Escupiremos las bocas
de los violadores de sirenas
que relegan nuestros laureles
a la cocina doméstica,
entre pollos muertos
sobre asaderas de metal
y espejitos que encienden sus antorchas
en cada baño del subdesarrollo.
Ahora tenemos nombre y apellido,
edad y domicilio, huellas digitales,
exigimos nuestra parte en el botín.
No somos inmigrantes de este mundo.
Era hora de que algo nos pasase
a los desclasados de la historia oficial
de tanta decadente hipocresía.

PREMIO CONSUELO - Lucía Angélica Folino

1
2
Folino, Lucía Angélica
Premio Consuelo / Lucía Angélica Folino
1ª ed – Avellaneda:
Lucía Angélica Folino, 2018
96 p. 21x14 cm
ISBN: 978-987-42-8311-5
1. Poesía. I. Título.
CDD A861
Imagen de tapa: Folino, Lucía Angélica
Diseño de tapa:
Impreso en Argentina
Impresión digital S.R.L. Talcahuano 940 – Florida, Bs As.
Hecho el depósito que marca la ley 11723
Quedan reservados todos los derechos incluidos traducción. Se
permite la reproducción total o parcial con autorización del autor.
3
Premio
Consuelo
4
5
PREMIO CONSUELO
de
LUCÍA ANGELICA
FOLINO
A papá: Andrés Folino
6
7
La humilde condición de los humildes
Ser humilde no es callar
lo que uno vale o cree que vale.
Ser humilde es saber que no pertenecemos a la elite
que decide quien ha de valer
más que nosotros,
hasta que el mismo ser se convenza
de su impotente idoneidad creadora.
Abomino de las derechas monárquicas
y de dictaduras tiránicas
con ficción de campeones de la democracia.
Todos seremos El oro de los Tigres;
la rebelión de los humildes de Latinoamérica
está a la vuelta de la esquina.
8
Escupiremos las bocas
de los violadores de sirenas
que relegan nuestros laureles
a la cocina doméstica,
entre pollos muertos
sobre asaderas de metal
y espejitos que encienden sus antorchas
en cada baño del subdesarrollo.
Ahora tenemos nombre y apellido,
edad y domicilio, huellas digitales,
exigimos nuestra parte en el botín.
No somos inmigrantes de este mundo.
Era hora de que algo nos pasase
a los desclasados de la historia oficial
de tanta decadente hipocresía.
9
Escribo y amo
Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris.
Nescio, sed fieri sentio et excrucior.
Cátulo
¿Amo porque escribo
o escribo porque amo?
A veces, amo
pero no escribo
y otras veces,
escribo
pero no amo,
aunque siempre
escribo para amar,
escribo para ser amada.
Amo para ser escritura
del desaire del desamor,
10
que se contagia
escribidor/escribiente
con faltas escribido
cuando se ama
aunque no se escriba.
Porque escribir hasta amar
es menos posible
y amar hasta escribir
mucho más tolerable
y menos escritorio.
Más fiable.
Amar no es escribir.
Un trivium que nunca
lo será
cuando empezamos a desamar
aquello que hemos escrito,
a destruirlo,
11
a dejarlo fluir
en tósigo de dudas.
A alguno este poema
le parecerá un vulgar
juego,
fuego de palabras
y eso,
lector en la vigilia,
ardiente impertinencia de las letras,
escucha del silencio,
es porque no quisiste amar(me),
o bien, no supiste escribir,
o ambas asimetrías a la vez,
es decir,
ninguna.
¡Qué más nos da!
12
Porque
"Il peggio è già passato."
Eugenio Montale.
Porque
creía que la Poesía
había sido escrita por otros,
antes y mejor.
Porque
no confiaba en mis instintos
ni en mis premoniciones.
Por la futileza
o quizás,
por la necesidad majadera
de tener una casa abarrotada
por un puñado de vicios
13
o un trabajo estable y exitoso,
no escribí, en su tiempo,
una oración al alba.
Me acurrucaba en mi sábana
irónica y esplendente.
Diezmado mi cerebro
en las vaguedades del mediodía
solo atinaba a huir de la Creación
y a despreciarla.
Pero,
una vez me miré en un espejo
y descubrí
-lo que todos sabíanque
la ausencia de juventud
era irreversible a los años
y venía a instalarse en mi rostro,
fatigada.
14
Porque
yámbicos o endecasílabos
relucen más intensamente
en la libertad austral
de una pluma tecnológica.
Porque
uno puede enamorarse
dos, tres veces en la vida,
sin novedad en el frente,
y seguir esperando la bengala
que estalle dentro del cuerpo,
y con las crenchas sueltas brame ante
los mitos de placeres de la vida,
y tener el raro privilegio
de encontrar la advocación
de avistarnos como nacientes existencias.
Porque
15
la fe de l´altra morte
nos deja en el umbral de la vereda
sin piedad ni vademécum
y nuestra voz nos sirve como símbolo
de haber habitado este planeta
para amarlo y dejar obra.
Por todo eso.
Por decir algo.
16
Luca
“Yo no quiero guita. Yo quiero a mis amigos y a la
gente”
Luca Prodan.
Un ciego guiando a otro ciego.
Carlos Polimeni.
Y salpicá sangre caliente.
Eyaculá sobre los rostros.
Tocálos.
Que pueda olerse tu vómito en la acera,
estremecerse la mirada luctuosa
del francotirador descamisado.
Sé el mejor ajedrecista de palabras.
Contá tu hagiografía
montado en un plumero.
17
La libertad está en tu mente:
cortapisa, hato, martillo;
la libertad no es mentira,
zigzaguea acribillada,
sobrevive vapuleada.
Descorré el velo del miedo.
Adulterá los vinos malos.
Socorréme. Descarnáme
con letra impresa o contando
lo que supe y he olvidado.
Escribí como si fueras
monstruo, adonis o murciélago.
Los murciélagos son ciegos
con radar en la penumbra
(como Milton, como Borges),
que tienen sectas y aguantan
otro Informe para ciegos.
18
¿La vida? La vida pasa;
escrita o hablada pasa.
En cien años será historia
antigua o contemporánea.
En mil años, teogonía;
pero hay que escribir con ganas
como si hubiera marcianos
espiando en sobremesa
después de cenar cadáveres.
Vas a escribir lo que quede
para nadie o para nunca.
No se escribe para uno,
porque hace bien.
Se lo hace porque atraganta
el dolor abisal de la partida.
No te vayas sin obra en tus espaldas
para el que pueda leerla,
19
el que abra sus alas vírgenes,
si es que hay Tiempo,
y hay papeles y libros
o bolígrafos o máquinas
que aunque tengan mil cerebros en un chip
son cajas bobas,
almas en pena en un gris pasadizo.
Sé lúcido
por placer, por deber y por destino.
No te disfraces de ebrio,
-es mejor estar dormido, drogado o muerto-.
El dinero está sobado.
Manoseada mercadería rancia.
No busques su mediocridad.
El prestigio, sí, eso buscálo.
Afilá las pezuñas, te lo ruego.
Perseguílo por las buhardillas,
20
hasta en el barro, debajo de las piedras.
Rascálo.
Donde hay genio no hay talento.
Si no tienen talento, ¡arre! la injuria
para aquellos que lo compren.
No pidas un consejo de escritura.
No podremos dártelo.
Nos excede.
Cualquier declaración es cuenta nula.
Solo puedo brindarte mi experiencia:
La próxima vez, mordélos.
Mordélos, Lu, mordélos.
21
Cine, Matemáticas y cartón pintado
Los personajes estelares,
los secundarios,
los protagonistas con aliento a menta fresca
y el director de la película
curado de espanto.
La luz del acomodador bien enfocada,
el vestuario suntuoso,
una escenografía erótica de cartón pintado.
¿Cómo siguió la vida del tipo ese,
amigo de los amigos
a quien le dio el ataque de epilepsia en Barcelona?
(La memoria es infiel con el celuloide).
Es fácil estudiar los teoremas con hipótesis,
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toda curva elíptica no es sino una forma modular
enmascarada;
tesis y demostración,
síntesis y antítesis
opuestas por el vértice
pierden su originalidad
cuando las explica el profesor de matemáticas
y el resultado es pan comido.
Conjeturas,
¿ecuaciones modulares y elípticas?
pero la vida no sigue el guion
aunque el productor se irrite
o enfatice la pesquisa
y la tardanza cueste una abrumadora fortuna
de dudoso origen,
y la repetida cara de un actor
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estrella
firme más cheques que autógrafos
en la alfombra roja.
De chica tenía la manía de adelantarme
a responder a los enunciados
de Arquímedes y Tales de Mileto,
-tales eran mis extrañas aficiones-,
antes de escuchar las explicaciones oficiales
de la cátedra,
y me atormentaba la imposibilidad de Fermat
-que se hizo milagrosamente posible,
mal que les pese a muchos-:
Lo único posible es lo imposible.
Mejor, todavía,
fue detectar con antelación
24
quien era el asesino
en los cuentos de Doyle,
engarzando especulaciones y aventuras.
En el cine
me aburría mucho en la silla
que presentía mi inexistente
temor a la oscuridad.
Somos muchos los que estamos locos por el arte
y no nos resignamos a olvidar
el álbum de figuritas.
Bueh... también hay personas
que nunca en su vida apreciaron
la belleza de la geometría,
de los números imaginarios con verdades irresolutas,
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ni del más elemental de los modos de factoreo.
Encienden una linterna
y se dejan llevar por manifiestos
árabes o las tropelías
de la China comunista
revolcándose ante una pantalla ajena
y sanseacabó.
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Progne golondrina
- ¿Y por qué no te callas?
- ¿Y por qué no te callas tú?
¡Viva la República!
Una mañana te levantas y compruebas
que el techo es un prostíbulo sin fama
con palabras que nunca serán dichas,
con versos que jamás llegan a nada.
Comprobarás que el ogro en los pasillos
inmutable eremita allí te aguarda,
rebusca en el espejo las arrugas,
un cráneo deformado, una guitarra
maciza, corpulenta o enjutada.
Descubres el porqué de las masacres
ante el necio silencio de las tribus
que firman sus convenios con miradas.
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Descubres y contrastas viceversa,
que el lingote alimenta sus vituallas,
que el pan que le procura el asesino
al torpe espectador estupefacto
está rancio y se huele con adverbios.
Aunque mientras...
la Progne golondrina,
-limpidez, reverbero, dulcedumbre,
(les mentís porque el mundo a vos te miente)-
más grazna el abejorro y no da abasto.
Rotación de los signos con que Octavio
sin Paz, -porque la paz nos fue violada-,
invertía en banderas los disturbios
de embelecos que quieren ser poesía:
la realidad no ha de ser enmascarada.
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¿Y por qué un comensal acartonado
me pide que me calle en una cumbre
de hierro, donde solo él y yo estamos
entre fuegos cruzados celestiales;
en luz y sombra de una ruina nada
me infringe humillación bajo urundeles;
me frena con sus credos miserables
de socios que deciden los destinos,
caudillescos, furientes y ejemplares?
Más se da perdonando a quien te ofende,
en lugar de atracar su siesta enferma
con bombas y misiles de mazorca.
Erinas, las tres Furias desafiantes,
de cuando en cuando ganan sus medallas
de latón y apostrofan al tirano,
porque sí, porque Dios sabe qué hace.
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Irrecusables muertos nos preceden,
una mañana cuando al levantarte
compruebas con tus pruebas
que la intuición estaba de tu parte.
Te acusarán de vergonzantes rimas
o de híbrido motejo mezcalino;
te dirán que no sirves, que no puedes
(no podés olvidarte de tu casta aborigen);
el barniz de sus ropas los avala,
tienen un cheque en blanco en el imperio,
su opinión es la doxa inmaculada.
¿Lucidez?
¿Quién necesita de estrofas proféticas
si han suscripto que el oro es la esperanza?
No hay condición que no profiera el bardo,
digno jornal, salario del recreo,
y una mañana, al fin, como decía
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se devela la noche de los tiempos,
a sabiendas, cinérea y escarpada.
Tu júbilo es la lanza que los roe,
la lengua de punzantes mariposas
que gobiernan su oscuridad ingrata
y en lugar de luchar contra tu clase
-que pobre contra pobre es nuestro sino,
el presagio que auguran los que mandan-,
les dedicas un guiño, una sonrisa
y a la guerra que envíen a sus damas.
Será que somos brujas italianas
o indios mal nacidos, rencorosos,
y no obstante...
el poder se envenena, se entumece y nos paga.
31
Despedida a Ángel González
Publicado en el blog de Juan Cruz de El País, el día de
su fallecimiento.
Ni un santurrón comunista
ni un hidalgo acaudalado,
Ángel González
se escapó por las aristas
del odre con vino agriado
por sus males.
Ni bíblico ni profano,
paisano del boticario
del demonio,
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lo han bautizado mi hermano,
los que cuentan el rosario
de Suetonio.
Tremolado, delgadillo
vecino de los ortópteros
falangistas.
Su fantasma de caudillo,
volaba en los helicópteros
anarquistas.
Verlo trocar los peones
con la vieja cerbatana
en un suspiro,
con sus ilustres canciones,
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cien poemas, filigranas
del retiro,
nos pone serios y tristes
ante esta broma macabra
del invierno.
Válganos este despiste,
-palabra sobre palabra-,
posmoderno.
Deixis, Prosemas, Lecciones,
su Tratado de Urbanismo,
Áspero mundo.
La muerte con sus traiciones,
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nunca oculta su eufemismo
en el Profundo.
Decimos adiós a un ángel,
a un poeta, a un amador,
a un ratoncito de islas,
a un terco conquistador,
Te decimos Adiós Ángel
a todo amor.
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Narciso
A Bob Dylan, con devoción profética.
Pobre de ti, Narciso endemoniado,
víctima de arrumacos y de fobia;
pobre de ti, payaso inveterado
monaguillo de fiel misa sin novia.
Robaste a San Antonio su costado,
hincaste el diente en viaje por la noria,
volviste a mancillar el nombre amado
rebasado entre escrúpulos y euforia.
Llevas en las solapas incrustada
la flor de la camelia de tu vida,
la marca en el orillo desgastada,
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señuelo en la chaqueta apolillada
y un hedor fracasado en la partida
que embriaga a aquel que nunca ganó nada.
37
Árboles frutales
No todas las tierras pueden producir todas las
plantas.
Libro II de Geórgicas, Virgilio.
No esperes que te nombre en mis poemas
como si fueras
una seriación de árboles frutales:
Acerolo, naranjo, albaricoque,
algarroba, higo chumbo, mandarina,
kiwi, avellano, melón, alcaparra,
tamarindo, limonero, uva espina,
chirimoya, ciruela, carambola,
almendro, níspero, nuez de la China,
cacao, castaño, mango, zarzamora.
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rambután, pomarrosa, nectarina.
paraguayo, peral de Oriente, plátano,
melocotón, aguacate, grosella,
chicozapote, níspola, guayabo,
dátil, endrina, manzanero, coco,
piñón, tomate arbóreo del Perú,
membrillo, pomelo, mora, pistacho…
En fin, abandona la esperanza,
siempre serás tú
escondido entre las hojas.
No esperes porque nunca he de aludirte
aunque como estás viendo, haga excepciones.
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El bronce y el barro
Me excita tu sudor de media tarde
y las uñas mugrosas del trabajo,
tu estructura
apolínea en los tablones
para subirte a techos y escaleras
y verte, amor,
trepar por las cornisas.
Me estremece la piel
tu mansedumbre de aceptar
tamañas cosas evitables
y no darle un trompazo al empresario
que firma tu despido
con desprecio,
por razones que nunca te involucran.
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En el fondo, te asiste una certeza:
que él era
un pobre hombre descartable;
que podrás, en rigor, recuperarte
de otra ingrata caída del torreón
y volver a trabajar
por tu familia,
por vos,
porque es la vida,
y no hay tutía,
y aunque nadie te pida que lo hagas,
como si fueses juez, parte y testigo
y el amor se tratase de encomiendas
de soles
que no alumbran a los huérfanos.
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Me gusta porque sos un caballero
que no sabe leer en mis poemas
ni le encuentra sentido
a las gestiones esparcidas,
con arte y con esmero,
en la página abierta de tu boca.
Me atrae que me devuelvas a este sitio
de cena en la cocina y sobremesa,
de ávidas miradas lujuriosas,
que no pierden el tiempo en la escritura
y se posan lascivas en los cuerpos.
Y cuando penetras en mí,
y se esfuma al calor
un cielo abstracto
con nombres de pintores,
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de poetas,
y músicos de un clan que se ha extinguido,
te amo y vuelvo a amarte,
aún... todavía.
El Arzobispo pedirá que no pequemos
Y no le haremos caso,
nos escaparemos
a fornicar entre los plátanos
de un barrio que esté aislado de los centros,
con aroma a laurel y a mandarinas.
Sin perjuicio de lo dicho,
mi querido,
permite que te cuente
que entre las dos creaciones,
hijas del Sublime,
la tuya es la vital,
la verdadera,
43
la que deja azur rastro en las estirpes.
¿La mía?
La mía viaja en una calavera
sin dientes,
por mucho que se implanten
en clínicas lujosas del suburbio,
y tenga la piel suave por las cremas
y el brillo del champú
entre los cabellos.
Y adoro, que después del coito intrépido
me expliques los detalles del estúpido
programa de ficciones
que viste por la noche,
cierto martes,
e imagino que Homero
se retuerce en su cripta
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con épicas metáforas;
y te contente tan trivial escena
después de construir tus catedrales.
Y cuando no estás cerca
el mundo se derrite
y te echo de menos en las bibliotecas.
Necesito tenerte y ser tu enclave,
tu dueña y tu operaria,
tu puta, tu mujer, tu enterradora.
Necesito empacharme de caricias
que la frialdad del bronce escamotea.
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Consejo
Déjense de andar por los pasillos oficiales
pidiendo la limosna de una beca,
un palco donde actuar, un premio, un auditorio.
Es incomprensible
que se llamen artistas los mediocres.
Ni intuición primigenia
ni Dionisio los riega,
son nenes de papá
jugando en la comedia a ser famosos,
a venderse en Europa, descarriados,
dispuestos a codearse con los reyes,
en turbios escenarios donde suenen trompetas.
Nadie puede responder qué es el arte:
si el hedor de las mieses o la misión
cumplida,
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si un escudo del miedo,
si epíteto del hombre
que desgarra imprudente mansedumbre o leyendas.
Nadie puede decir qué es,
y sin embargo,
se disfraza con máscaras añejas
atadas al carro triunfal de los creyentes,
convulso
como una novia virginal en tinieblas.
¿De qué cielos vendrá, de qué planeta,
la palabra radiante,
el plasma demudado en la tela desierta?
La potencia del viento
ululante confunde
y en cenizas expande
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la secreta ironía de notas musicales.
Nos embeben los tiempos
en su larga cortesía,
y el aspirante regresa
cada vez con fe nueva,
se acomoda el zapato,
se persigna ante el monstruo,
aborta su talento y con vergüenza
agacha la tristeza.
48
¡¡¡ MINGA !!!
Te prometen el moro
el oro, ya sabemos,
es de ellos.
Te muestran la Quimera
y te quitan el caballo alado.
Cada día
los muchachos de la Hacienda
dibujan los pizarrones
de números innumerables,
con números numerosos
de numerabilidad .
Y vos los estás viendo,
mientras tus músculos se pudren
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con el mal hábito de los trabajos manuales.
No, no estaba en los manuales:
¿cómo vencer la escoria enredada
de esos apellidos con nombre de calle?,
o tal vez,
contrariamente,
con calles de patricios y morenos,
puro apellido, que les sobra,
y no te dejan pasar por la puerta de entrada
no sea cosa que
el hogar se acostumbre
al tufo de los pobres.
Te prometen la libertad
y te venden cápsulas de colores
para ser libre:
50
Libre y sano.
Libre y bello.
Libre y esclavo.
Te prometen la vida.
¿Y qué te dan?
¡¡¡Minga!!!
Te dan la primera muerte de tu existencia
en el hormiguero que emerge
del lodo de la Historia.
51
Renacuajos
-güillegüilles-
Triste sino de pena capital;
decadencia del hastío.
A la deriva, sus salarios apisonados
degüellan las ajenas aguamieles.
Renacuajos
El pavo real es una sombra
que vigila al caminante
y no está solo en su híbrida vergüenza.
Son cientos, son miles de bandidos.
La Uno y la Dos, la Federal y la Privada:
¡alinearse!
CIA, KGB, SCOTLAND YARD, FBI:
52
¡engreírse!
Los milicos, la pesquisa, el Mossad y los buchones,
la SIDE, los burgueses catatónicos
juramentados
y el garfio de los criminales
que aspiran a ser libres como hombres.
La legión de los que venden su alma al diablo
no tiene límites.
Se acostumbran tan pronto al rango del soplón,
que hasta las prostitutas
son más honrosas
que sus trajes de grises y obscenas cucarachas.
Los espías mienten, bifurcan,
abochornan y confunden.
53
¿Ignoran que trabajan para pocos?
(Son doce los Caballeros de la Mesa Redonda
que adiestran las leyes de la Muerte)
Hay una zona oculta y prohibida
de la que no conviene hablar.
Mas, no hablar no es callarse
sino todo lo contrario
que es lo mismo que decirlo bien alto
señalando a los enanos
del grifo apolillado
por la delación sin escrúpulos,
con sus perros teléfonos móviles,
sus fotocopias,
sus ratones y teclados asiduos
de jeroglíficos marciales.
54
Por el lado que busquemos,
hallarás el fraude,
la ignominia,
la denuncia falaz,
el desencanto de sus cobardías enmascaradas.
¡Qué impaciencia
por verlos reptar en el fracaso!
Se presiente la liturgia del instante,
en el que otro guardia,
otro espía más hambriento y feroz,
o simplemente más joven,
les dará en el culo la patada,
por miedo al avispero.
55
La auxiliar de enfermería
“Si lo dejáramos todo en paz y renunciáramos a
arreglarlo, ¿qué podría suceder? ¡Nada!
Sencillamente nada. ”Fedor Dostoievski – El doble.
“Yo soy un haragán de formación católica” Juan José
Millás. Contables y poetas.
Enjuta y pedernal, hasta medrosa,
camina por la pieza y los pasillos,
solícita se lleva alguna chata
que no le corresponde
(la compañera estaba de licencia).
Hay un silencio antártico en la sala,
lo ve y se persigna; sigue el viaje.
El suero se le acaba a cama cinco.
No llegará el doctor hasta mañana.
¿Dónde están los pañales de repuesto?
El paciente ha vuelto a hacerse encima.
56
Le pide a la familia retirarse,
evita que se sienta
el olor a la caca del enfermo;
y después de lavarlo
lo consuela.
Un médico de abortos clandestinos
que fue de vacaciones al Caribe,
ayer quiso acometerla.
Es joven, es bonita, tiene sueños,
un mapa de progreso la perturba
y amojona inyecciones como estacas,
tratando de encontrar imbricaciones,
remoliendo las briznas en morteros
con pereza o hastío;
nomenclaturas de predestinados cadáveres
y pestes en fórmulas ignotas
despejan la carretera.
57
En propinas, los fardos de monedas
no alcanzan a entramar
sus títulos jerárquicos.
Detener la hemorragia es el anverso,
la premura es lavar vómitos cáusticos,
mitigar los insomnios con cuidado.
La auxiliar trapichea con el asco,
despatarra los miedos a la muerte,
bambolea la vida que contiene,
sin glamour, con sus modos,
sencillamente,
inocua por contraste.
La auxiliar es mejor que una poesía.
Es la obra del arte del alivio.
58
El dardo
Cuando una halla la religiosidad,
lo infinito,
la fe en el amor,
enseguida se anotan las Iglesias
para hacer su agosto,
los fatídicos gurúes,
los profetas de tarifas inescrupulosas.
Después, esa gente
te vende un seguro,
por si quiebra tu compañía de seguros
y te planta sus séquitos dorados.
Como estos viles
tampoco tienen pensado abdicar
por el momento,
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tendremos que seguir manteniendo
patronatos y templos,
imperios y reinados
de cultores de la miseria.
Entonces, quiero pegarle
a una rica heredera desconocida,
que va por las calles,
mostrando cruces de plata,
ufana de sus limosnas.
Detesto a los poetas profanos
que estiman la belleza
como si fuera un mérito
o un atributo de Dios.
No es que desprecie
60
su presunta elegancia
de conducta intachable
o su refinada parsimonia.
No es que señoras como esas
sean malas o tontas.
¿Por qué iban a serlo?
Les tocó andar por la vereda del sol.
Hablan idiomas,
lucen brillantes las melenas
tratadas con buenos productos
desde sus nacimientos en cuna de oro.
Para ellas, el otro, los otros,
son apenas rodamientos útiles,
conejillos de indias de evolución transitoria,
61
mano de obra barata, confinados clientes,
público manso que las aplaude sin cesar.
Lo que me ocurre
es que nunca se cuestionan
la desigualdad.
Sus cenas de gala para tristes caridades
alimentarían ejércitos.
No hay extrañamiento
en su rostros estigmatizados
por la prejuiciosa civilización.
Ellas sostienen el sistema.
No se incomodan ni exasperan
porque no hay necesidad.
Son especies diferentes de nosotras.
62
Se proclaman nobles Venus,
hetairas superiores.
Escapan espantadas
si se las encara de frente,
aúllan de dolor
si se las denuncia por escuálidas cretinas.
No entienden
y sollozan injuriadas
llamándonos: resentidas,
mientras sus caballeros
las consuelan
con vanagloria de sultán
y tesoros conseguidos
por apropiación viril.
No le es dado comprender
63
que cada cual
defiende lo suyo;
y nuestra supervivencia
depende de este grito ahogado
que lanzamos como un dardo
por no descuartizarlas.
64
El toro de Falaris
A Soren Kierkegaard
Cuando, por fin te conocí,
(yo ya te amaba)...
el reloj de arena
denegó marcar el viento del desierto;
los dictadores
dejaron de importar
en nuestras vidas veladas
por malas películas;
las castañuelas sonaron
por primera vez
como era menester;
los fuegos de artificio
dibujaron figuras en el cielo,
en rituales que gastan
65
cualquier pandereta
y cualquier abanico
de flamantes carnavales.
Oda imprescindible,
un señor con bastón
y sombrero,
tierno hijo de Satán,
indefectible,
aparecía entre roscas,
manipulaciones
y versos de luna llena.
El precinto de sus obstinados tiradores,
amantes del merengue y las Lolitas
por gitano a desgano,
roía la corbata y los calcetines.
Sobre todo,
era un esposo fugaz de peluqueras,
66
fornicador extravagante de albañiles,
codiciando becarias
como un lobo astuto
que desea las verdes uvas
de bodegas costeras
y se toma el vino
de la boda
sin pagar el precio del vaso.
Envidiado por los hombres,
arrobado por sus dioses
“que no existen”,
escribió Nerón en su diario,
fabulador veterano de
corsarios frustrados
como abogados perdidos
en selvas de Salgari.
Patrón de la malicia.
67
Colchonero de albricias.
Nosotros fuimos sus testigos,
¿A dónde se dirigen
sus medias caídas
demoradas por el tiempo?
Las adolescentes corrían a sus brazos,
y él que sí
que sí,
que se deja querer
dando súplicas
para impedir ser atrapado en su sueño
de varón y libre
y joven perro viejo
arcabuz noctámbulo,
escéptico de amores sempiternos.
Estudiante perpetuo
de enredaderas, casinos
68
y masonerías.
Peregrino y trovador.
Padre y madre de sus hijos,
viudo de sus exmujeres,
novio ausente,
fabricante de maniquíes,
maniqueo obvio
de payasos
con talón de Aquiles.
Aroma la ciudad su Manzana
de las Luces.
Frescura marítima
de pescador de red.
Fragante y dulce sabana,
huelen a tinta impenetrable
sus codos y rodillas.
Se acuestan con los mares
69
océanos y ríos,
sus costillas torcidas,
sus banderas redondas.
La pequeña espalda
luce fuerte como pocas,
¡Si Sansón es tan frágil a su lado!
Debajo de su lengua
un caramelo inmoto
taladra cada músculo virginal.
Y pierde el pelo
pero no las mañas.
Encuentra duelos
en corridas misteriosas
del toro de Falaris
en Las Rosas del poeta.
Nunca me ha confesado su amor,
su desconsuelo;
70
jamás un gesto,
siempre una coartada
de seductor
bifurca el sino de la gloria.
Las llaves de la puerta de su casa
quedaron atascadas
en los bares de la esquina,
en copas de cristal,
manchadas de humedad,
diacrónicas en la melancolía
del alcohol de quemar,
como hogueras perdidas.
Ciertamente estará en el coro
cantando un hallelujah.
Hallelujah
71
Oda a la lavadora automática
Oh, diosa del Olimpo de la Casa.
Noble chicharra.
Gladiadora incombustible.
La Brigada de Mujeres Impacientes
te saluda
y da las gracias,
con voz trémula y vergüenza
por tu Linterna mágica.
No sea cosa,
que el lírico poeta
emblemático y brillante
diga ominosa
esta oda de amor y reverencia.
Centinela en metal,
libertaria de zíngaras
72
en la siesta.
Si es lícito compararte
al fiel cordero,
al marido amante,
te comparo
y que engulla el mezquino piletón
sus miserias,
su eco de pavor.
La libre expresión de las paganas,
femínidos grumetes manifiestos,
sea el Numen
que el servicio que prestas
nos regala
a la grotesca inercia de gaviotas
de avatares cotidianos
y oropeles.
Te redimo y corono,
73
humilde bienhechora,
dispuesta a acompañarnos
en el tramo bizarro de las vidas,
que cóncavas en tu tambor
se exhalan.
74
Mujer con megáfono
“...quisiéramos saber qué piensa
esa chica inmóvil trepada a un ceibo.
¿Estará arboreciendo?
Silvina Ocampo.
Gran Tiranosaurius Rex.
Últimos días de marzo del 2006.
No sé si debiera contarlo.
En la tarde, casi noche,
ella, la mujer funambulesca
inaugura este cuento
huérfano de fobias y de cólera
y se pronuncia:
El teatro abovedado acaba de morir.
De la víscera galopera de una mujer furtiva
75
nace un dragón ontológico,
se transforma en culebra purulenta,
envuelve aquel cuello, tres veces,
y escupe filamentos de plasma y fuego.
Ruptura definitiva de arte y pavimento
en la costra untuosa de la Avenida Corrientes.
Las columnas tiemblan por el estrépito.
Se agitan las hormigas de la acera.
Las apócrifas estrellas del cielo del Ópera
escapan
y cruzan la calle
en busca de malos agüeros,
martillando con penachos
la incipiente madrugada.
Los policías uniformados,
vestidos como crueles civiles,
reprimen y golpean con violenta ferocidad.
76
Tras las horas,
muellemente,
la voz de la mujer se aquieta.
El castor flota en el aire.
La víbora desanudándose se repliega
y vuelve a acurrucarse
en la región abdominal.
El teatro ha perecido.
Derrotada cae su legendaria máscara.
Los ciempiés de la noche lo velan en silencio.
Ministros y funcionarios negarán los sucesos.
Desde hoy,
queda prohibido,
en cualquier rincón de la patria,
hablar de señoras con altoparlantes,
de trombas,
77
de escenas partidas en dos,
de caballos desbocados,
de aciagos lanzallamas en teatros muertos.
Y niegan, y reniegan con necedad.
Insisten en negar que se oye,
desde lejos,
—aunque se los oiga hocicando—
que la serpiente dejó un nido de huevos
en cada foco de luz
y crecerán nuevos pichones
que espolearán viejos venablos,
porque la mujer se transformó
en tronco de árbol
y de sus insignificantes ramas
cuelgan
parapetados megáfonos vesánicos.
78
Fedra
Ho ogni furia d´amore-
Racine.
Sola ante mí misma.
Impropiamente desnuda,
seca y astillada en piel,
desalbergada
en trazos del tiempo fenecido,
microscópica,
almacenada
en la infausta turbulencia de los años,
segmentada dentro de un orden,
exangüe y fragmentaria en la arrogancia,
subrogada en tiranías umbrosas,
cursi hipopótamo anónimo,
escéptica,
79
resumen crucial
de novelista deplorable
y trituradora de asquerosidades mundanas,
escalpelo del bosquejo,
hilacha de perezas y furores,
padeciente de injurias denostadas,
con mi santo y seña a cuestas,
centinela imperdonable,
remolona que se condena
en enredaderas liliputienses,
incognoscible, suicida,
bravía a tumbos,
edificio en ruinas con visillos de mal gusto,
doblegado sauce llorón,
quebradiza, demudada,
heme aquí, como Fedra,
sola.
80
Semana izquierda
Amaneció con sueño mi timón izquierdo.
Tendrán que esperarme
siete días
los profanos vestidos,
los íntimos perfumes,
el catálogo de la agencia de viajes.
Esta semana será
palazo y derrotero por los sindicatos,
escombros, sable y bayoneta.
Sonarse la nariz sin quitarse los mocos.
La vida es esa ambivalencia
donde icono y elemento se confunden
y se expulsan.
81
Menos mal,
que la llevamos puesta
y bien entrenada.
82
Friné y el paso del tiempo
¿Quién sabría que el futuro era un embozo
de avatares, axiomas y conflictos?,
¿en qué hora del invierno nos devora
por medio de su turba inexcusable?
Nunca es útil cargar por las espaldas
el cielo que bifurca nuestro espectro.
La vida es una dádiva que enciende
sin chistar la ilusión de una presencia
migratoria, ascética, ermitaña,
y el cangrejo sensual llevando en brazos
a Dionisio con su vid y con su yedra
enamora a Friné, que lo conmueve
en su virtud de hetaira complaciente,
prejuzgada por dioses y acusada.
83
La Eros Afrodita fue absuelta por castigo
a la hermosura.
Detrás de su mirada iba la vieja
estirpe de las carnes truculentas.
Morir, no envejecer, es el mensaje
que venden como insigne sacramento
los óleos de una Iglesia devastada
en el mármol de siglos zaheridos.
No hará falta esperar hasta mañana:
detrás del abanico está la herrumbre.
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Espiando por el ojo de la cerradura
Mujer inclinada, Pierre Bonard
Te imagino desnuda entre las gentes,
oliendo a glicerina y a rocío.
El espejo del baño se ilumina
al gesto de la esponja;
y los jabones
te soban
y perfilan la pereza
de súcubo furtivo y milenario
que atisba la pigricia de un encuentro,
comercio de las carnes portentosas,
ansiada vehemencia del estuario.
Inclinada estás con piel y providencia;
lastima al desencanto tu reflejo
supersticioso
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y, escondidamente,
esquivas los negrores de este mundo
desafiando la calma
sin recato.
La luz se precipita y cae la noche,
sin enmiendas ni métodos ajenos,
con maña de varona acostumbrada,
los vaporosos pechos acicalas,
las piernas suaves, los cabellos brunos,
la tersura se entrega a tus plegarias,
te tanteas,
te entregas,
te acaricias...
Mañana es otro día de rutinas
no temas, el amor está que bulle.
La belleza es motivo de indulgencia.
Prepárate al placer que se hace tarde.
86
La medusa
El Amor, según Parmigiano
Como el ternero albino que una madre gestara,
aparece en escena su cuerpo mitológico:
el Amor que deslumbra cuando muestra su cara
ambigua y elocuente del sesgo cosmológico.
Y así, oblicuamente, endulza la armonía,
nos redime del mundo oscuro del fracaso.
nos devuelve la luna que se va y no se fía
de la flecha iracunda que se oculta en su abrazo.
Montado está en los libros de fiel literatura,
aparece en la hora de los cantos profanos,
el más cruel de los meses, con su genio y figura
cría cuervos y escuece detrás de los arcanos.
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La peña se impacienta, enloquece, se abruma,
no entiende de razones, llamándolo Medusa.
¿Acaso existe algo más bello que la espuma
de sus sierpes nevadas de una piel sin excusas?
En su paso arrebola la hoguera con su flama
y al mirar petrifica los pechos virulentos.
Prensil de su sombrilla, con el beso proclama
que el rico es menos rico, si no vive de cuentos.
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Enhoramala
Desnudo en la cama.
Lucien Freud
Enhoramala.
Lucien Freud me ha asesinado.
Ha vuelto a hacerlo,
una vez más,
ha vuelto a hacerlo.
Su martillo ha esculpido mis caídas,
llevándome a la cama moribunda.
Mi amado
petrificó en sus brazos homicidas
el cautiverio de alas perturbadas
en sueños e indignísimos naufragios
de garzas y esqueletos.
Lucien,
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tu apellido ya no puede salvarme.
Te apiades, ay de mí,
que yo soy esa.
Traspuse el paraíso
hasta su fondo,
en el espacio inmóvil
de su costado anverso
y fui perdida.
¿Dónde está lo sagrado
del instante fugaz,
fea forma de
la huidiza palabra de la muerte,
bebida en vino áspero
y lentas sedas obstinadas?
Acaso esté detrás
del biombo negro, quizás,
sea el murmullo del incesto.
90
¡Au!
Todos los días son el día de la madre.
¿Por qué entonces,
tengo que lavar los platos,
planchar las camisas con apresto,
pasarle la fregona al piso
como manda la ciega propaganda,
mientras ellas,
prostitutas,
inconscientes,
sin títulos ganados
sin decencia,
comprando sus escaños
a la innoble conjura de perversos,
con sangre entre las palmas,
serán las presidentes del futuro?
En mi fe se depositan
91
la Religión y Dios,
la ética, la calma.
La cura del postrado,
del viejo, del enfermo.
El porvenir vendrá y está en mis manos.
El esfuerzo de conseguir las metas
nos desvela. Nos ata.
¿Lo estás viendo?
La aridez de la sal de la sabiduría.
nos perturba e incita.
No dejes tus armas de juguete en la sala
aunque bombardeen Irak
y la pantalla del televisor se manche
con locura de ebrios bipolares.
Ordená tu cuarto.
¿Cuándo te lavarás los dientes,
hija mío,
92
sin que tenga que arrearte
cada noche?
Total, que perderás los dientes
poco más de cumplidos los cuarenta.
La odontología es cosa para ricos,
igual que esas narices que han comprado
en un remate de felicidades.
Todos los días son mi día, y sin embargo
mis días de tu edad están lejanos.
Amarrados al baúl de los recuerdos
los ornatos de la boda,
más distantes auguran
auge, los juegos con Alicia,
ausencias que
aumentaron el número de televidentes de una
audiencia espesa y
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auspiciada.
Ausencia de lo
áureo, de lo
áulico. Y
aunque sea un estúpido lamento pido
auxilio,
auditores. Un
auxilio que
ahuyente los
augurios.
Aún soy una
augusta que aquí
aúlla.
Au au au au au …
¡Cómo duelen los años del pasado!
Todo tiempo de ayer nos entristece;
nada pudo evitar que haya tres muertos
94
- tres pobres policías muertos en los bares,
- tres pobres ladrones muertos en las calles,
- tres pobres prostitutas muertas en albergues,
- tres pobres madres muertas por minuto,
en un día de sol en que la prensa
nos dedicará poemas y canciones
a vos, querida hija del alma,
a vos te estoy gimoteando,
que creés que me complace
el último DVD que está de moda.
Y a usted,
aunque no lo sepa,
a usted también le hablo.
Au au au au au...
(y sigo hipando)
95
En la cocina
Un silencio de muerte en la cocina,
la pava hirvió sin agua para el mate,
un sifón se ha caído de la mesa
al golpe de tu cara sobre el plato.
Viajar era soñar con otros mundos
frondosos más allá de la tormenta,
en años de promesas y de exámenes,
de vejación y alcohol de madrugada.
El simple acto de urdirlo era una fiesta.
De repente la luz
venía a provocarte hasta la náusea
y amabas con la fe de adolescente
las pardas comadrejas del establo.
96
Una vez te soltaron de las riendas.
Tropezaste un paquete con pastillas
en piernas azarosas y cimbreantes,
un apretón de brazos que traicionan
por miedo, mucho miedo…
y tu cielo creyó que era la Vida.
97
Plutón
No me importa, Plutón,
que algunos nieguen
que estás en nuestra órbita
cercano.
Ni me importa
la niebla de los tiempos,
que apenas los científicos balbucen.
Solo sé
que si hubiera muerto anoche,
seguirías flameando en el sistema
que me acoge y respiro.
Y sé, también
-a tientas mi confianza-,
que si hubiera sabiduría
entre la incertidumbre
98
que acorrala el despótico destino,
no serías excluido
como un paria de otra casta
a un cielo de fronteras.
Te honraron como Dios
y Rey de los Infiernos
aquellos que te echan.
Volverás, ya ves
-podría ser que de verdad volvierasen
el ínfimo universo
de posibilidades oscuras
que aún nos depara
la fatal veladura,
a girar ante el gran sol,
a convivirnos,
mientras brillan desde lejos,
99
los rezagos de luz
de este planeta
que habrá perdido el cuerpo
en la zozobra.
100
Amantes
(el mismo amor, la misma lluvia...)
Se demoró en la orilla de su amante
al ritmo de los alerces
mecidos por el vendaval interno
de un vino dulce.
Intensamente la enfundó en su pecho.
La cubrió de un rumor sin comentarios,
acariciando el aura con sus yemas,
el cielo entre las manos.
La plegaria
inscripta en una piel,
fue su refugio,
101
satisfecha y saciada su vehemencia
bromeó,
juzgó a las olas,
se deshizo en diagonal al sol,
entre las sábanas;
su voz era el templete del consuelo.
Fue en el día anterior a que olvidara
el nombre de la flor de la lujuria.
102
Teratología del poema
A René Magritte. “Descubierta”, 1927
Pongo esmero en buscar
la palabra ideal,
bálsamo o teofanía,
para cerrar un poema trashumante.
Intento por ahí:
“avispero”, “vesanias” o “zozobra”.
Todos queremos descubrir una:
la última palabra que nos nombre,
como encuentran los pintores
una imagen de mujer pantera.
Sabemos que morirá con el idioma,
103
y no obstante,
ansiamos salir victoriosos
de la batalla inútil,
e instamos vanamente su conquista.
Veces hay, en que tropezamos
con otro poeta anterior
que usó una misma palabra
como “una flecha”,
para su final apoteósico.
Sentimos entonces,
el oprobio de la ofensa,
una mutilación.
Semejante orfandad de filigranas
nos bautiza con prístino desdoro.
Le da una cachetada a la soberbia,
a ese autócrata pontífice del verso
que creímos ser
104
y nos regodeaba en falsas latitudes.
Pudo haberlo dicho, Jaroslav, el Sabio:
La creación es fruto comestible
que parte de semilla en arados campos,
y se vuelve semilla
que el viento
en exordios tempestuosos
desbarranca.
Un cierre repetido
es una contienda con su génesis.
Créeme, lector:
La última palabra es el poema,
y el poema requiere una teratología
de caza de brujas.
105
El ombligo de la tarántula
Nude Sitting in an Armchair de 1926.
Henri Matisse
“En su zócalo escribiría injurias
Y el nombre de mi peor enemigo.”
Robert Desnos.
Con pómulos sudantes,
con pechos alcalinos,
la viuda del amor
esparce sus contornos al amante.
Discípula de Desnos
ante Eros,
hija astral de la tiniebla perfumada,
su cuerpo redundante
de mujer tarántula
106
aguarda en las estrellas su equinoccio.
(knocking on heaven’s door)
preñando luces su ombligo cimbalista
y en sus piernas maduras
los años que aún quedan por gozar
se espantan.
La picadura de la araña
del veneno melancólico
que solo evanescerse puede
al esfuerzo agitado
de una prosopopeya imaginaria,
accidentalmente,
la prejuzga, la empeña y la oriflama.
107
Koalas
Las tres Gracias, de Rafael Sanzio de Urbino.
Vestidas sin vestido,
perfumadas sin boda,
ilícitas al hombre
de los sueños prohibidos.
Fugaces como cúmulos
de blancos nacarados
que perforan la lengua y los percheros
devoran
con tules que no existen,
inocentes gacelas.
La caja de Pandora
aprieta entre sus alas un lucero.
108
No hay duelo
ni vapores ni brumas ¡ay!:
El día de mañana es nuestro día.
La mano que se posa en otros hombros
inflama los tizones y acoraza.
La cruz cuece las nalgas,
el pubis perspectivo,
dos ombligos fulgentes
y la sombra de escarcha.
Vanidad en los huesos
con tibios pies descalzos
de paisaje insurgente
y una duda cercana con aroma a eucalipto...
Un temor diletante
maldice sus pupilas,
109
estrecha sus koalas,
empequeñece el cielo,
las desata, delata
y agiganta.
110
Obra maestra
El despertar de la criada, Enrique Sìvori.
No sé si habrás notado que el cuadro y la candela
están en misma línea, en áurico rectángulo
de regla y de milímetro.
No sé si habrás notado las luces y las sombras,
disposición perfecta
iluminando zonas
(la vela por izquierda, clarísimo el detalle).
Los pechos de madura mujer del ante siglo,
los pliegues de las sábanas,
el cruce de las piernas.
Sin embargo, no es eso,
No es eso, amigo mío,
111
que convierte en maestra
esta obra , este cuarto.
Es la voz de la tierra,
el aroma de hembra morena e imperfecta
y el rostro acongojado que la dibuja fémina.
Nos conmueve el abdomen claroscuro y difuso,
las venas remarcadas, la chinela en el piso,
el aire de paisana, el despojado ambiente
de una niña que reina en soledad y reposo,
tranquila, despeinada,
feliz en su ignorancia
sumisa y bien probable
de futura matrona anciana y desdentada.
112
El croquis frutal de la aurora
Por ocultar desfachateces
se hicieron cargo del exterminio y de la risa,
mientras clamaban mutis por el foro
y cerraban el pico.
Se aliaron a las grillas poderosas,
aunque vieran llover tras las ventanas.
Ahora es lo que queda:
el destello de una defensa
y la certeza de que se actúa
bajo amortiguadas convicciones
y no para pagar el costo atávico,
porque no hay que cambiar de camiseta
y saltar a tierra firme,
ni siquiera cuando el barco
113
se está hundiendo,
mojada su epidermis por la tormenta cadavérica.
El pueblo necesita guías,
líderes,
espíritus que los lleven a la gloria.
Volvamos a dibujar el mundo
con crayones de niño en kindergarten.
Ya ves. Me siento fuerte
cuando te tengo al lado,
rozando tu mano señorial
el croquis frutal de la aurora.
Si la propiedad no existe
me pido vivir en la mansión,
no en la choza.
Si hay un amor que existe
cabe en esta gotera.
114
Anáfora
Hasta que seamos sensatos.
Hasta que la gente lo entienda.
Hasta que aprendan a respetarse.
Hasta que las velas no ardan.
Hasta el día en que caigan rayos de punta.
Hasta que llegue el Mesías.
Hasta que Dios nos avise.
Hasta la noche de los tiempos.
Hasta el domingo que viene.
Hasta la vuelta.
Hasta que digas lo siento.
Hasta que cumplas tu promesa.
Hasta el año inminente.
Hasta que haya democracia legítima.
Hasta que me den el Premio Nobel.
115
Hasta que se termine la plata.
Hasta siempre.
Sinceramente.
Hasta la médula.
Hasta nunca.
Hasta que haya paz.
116
Desnudos
¿Quién puede resistir la desnudez del Amor?
Pese a quien pese, en este orbe inapelable,
aún sigo en pie y por fortuna, todavía coleando.
117
Índice
5. Dedicatoria
7. La humilde condición de los pobres
9. Escribo y amo
12. Porque
16. Luca
21. Cine, Matemáticas y cartón pintado
26. Progne golondrina
31. Despedida a Ángel González
35. Narciso
37. Árboles frutales
39. El bronce y el barro
45. Consejo
48. ¡¡¡Minga!!!
51. Renacuajos (Güillegüilles)
55. La auxiliar de enfermería
118
58. El dardo
64. El toro de Falaris
71. Oda a la lavadora automática
74. Mujer con megáfono
78. Fedra
80. Semana izquierda
82. Friné y el paso del tiempo
84. Espiando por el ojo de la cerradura
86. La medusa
88. Enhoramala
90. ¡Au!
95. En la cocina
97. Plutón
100. Amantes
102. Teratología del poema
105. El ombligo de la tarántula
107. Koalas
119
110. Obra maestra
112. El croquis frutal de la aurora
114. Anáfora
116. Desnudos
120

©Lucía Folino

Un café en la tertulia de Lucía Folino

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