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Progne golondrina

Progne golondrina
- ¿Y por qué no te callas?
- ¿Y por qué no te callas tú?
¡Viva la República!



Una mañana te levantas y compruebas
que el techo es un prostíbulo sin fama
con palabras que nunca serán dichas,
con versos que jamás llegan a nada.
Comprobarás que el ogro en los pasillos
inmutable eremita allí te aguarda,
rebusca en el espejo las arrugas,
un cráneo deformado, una guitarra
maciza, corpulenta o enjutada.
Descubres el porqué de las masacres
ante el necio silencio de las tribus
que firman sus convenios con miradas.
Descubres y contrastas viceversa,
que el lingote alimenta sus vituallas,
que el pan que le procura el asesino
al torpe espectador estupefacto
está rancio y se huele con adverbios.
Aunque mientras...
la Progne golondrina,
-limpidez, reverbero, dulcedumbre,
(les mentís porque el mundo a vos te miente)-
más grazna el abejorro y no da abasto.
Rotación de los signos con que Octavio
sin Paz, -porque la paz nos fue violada-,
invertía en banderas los disturbios
de embelecos que quieren ser poesía:
la realidad no ha de ser enmascarada.
¿Y por qué un comensal acartonado
me pide que me calle en una cumbre
de hierro, donde solo él y yo estamos
entre fuegos cruzados celestiales;
en luz y sombra de una ruina nada
me infringe humillación bajo urundeles;
me frena con sus credos miserables
de socios que deciden los destinos,
caudillescos, furientes y ejemplares?
Más se da perdonando a quien te ofende,
en lugar de atracar su siesta enferma
con bombas y misiles de mazorca.
Erinas, las tres Furias desafiantes,
de cuando en cuando ganan sus medallas
de latón y apostrofan al tirano,
porque sí, porque Dios sabe qué hace.
Irrecusables muertos nos preceden,
una mañana cuando al levantarte
compruebas con tus pruebas
que la intuición estaba de tu parte.
Te acusarán de vergonzantes rimas
o de híbrido motejo mezcalino;
te dirán que no sirves, que no puedes
(no podés olvidarte de tu casta aborigen);
el barniz de sus ropas los avala,
tienen un cheque en blanco en el imperio,
su opinión es la doxa inmaculada.
¿Lucidez?
¿Quién necesita de estrofas proféticas
si han suscripto que el oro es la esperanza?
No hay condición que no profiera el bardo,
digno jornal, salario del recreo,
y una mañana, al fin, como decía
se devela la noche de los tiempos,
a sabiendas, cinérea y escarpada.
Tu júbilo es la lanza que los roe,
la lengua de punzantes mariposas
que gobiernan su oscuridad ingrata
y en lugar de luchar contra tu clase
-que pobre contra pobre es nuestro sino,
el presagio que auguran los que mandan-,
les dedicas un guiño, una sonrisa
y a la guerra que envíen a sus damas.
Será que somos brujas italianas
o indios mal nacidos, rencorosos,
y no obstante...
el poder se envenena, se entumece y nos paga.

©Lucía Folino

Un café en la tertulia de Lucía Folino

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